Diario de León

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Dos cosas llaman la atención. La primera es el divorcio que se ha producido entre la cúpula del PSOE y sus alcaldes. La segunda, la ceguera del PP. El Ayuntamiento de San Andrés votó ayer a favor de la moción leonesista para un León Solo, una reivindicación que ya cuenta con el apoyo de más de 210.000 leoneses. Los concejales de 38 ayuntamientos y pedanías han mostrado su adhesión al alcalde de León. Porque, no se engañen, de esta pelea habrá un púgil que saldrá mejor parado que otro. Todo eso a la espera de saber si hay o no tempero y cuál es la calidad de la tierra en los municipios bercianos. La comarca —la única reconocida como tal por la Junta— se resiste a salir del espejismo: De «extemporánea», tildó Olegario Ramón la moción antes de admitir que los datos son tenebrosos. Son los sonderkomando del campo. La diferencia es que en 1940 se jugaban la vida y hoy... un lugar en el partido, apenas un sueldo con el que poder pagar la lápida cuando León sea en el territorio —si es que aún lo tenemos— como Babia en el memento de España, un rumor que se convierte en bruma de leyendas. Me da miedo apuntar los que aún somos porque las cifras de León nunca dejan de perder dígitos. La pregunta es cuánto tiempo tardaremos en bajar de los 400.000 habitantes.

Y eso me lleva al otro extremo de la cuestión: ¿Cuál es el juego del PP? ¿Qué clase de tacticismo le lleva a no entender que si la rana se ahoga, los escorpiones no tardarán en ahogarse, olvidados por su inutilidad? El cauce entre las dos orillas es cada vez más ancho y en poco tiempo ya no será tan sencillo pasar de uno a otro lado. El pragmatismo es hoy más necesario que nunca, incluso si lo único que se busca es el beneficio personal. Nadie es nada sin una comunidad que lo respalde y ya se demostró que para un leonés nunca será posible convertirse en el amo del castillo. ¿Conocen el dilema del prisionero? Es un juego matemático que demuestra que cooperar siempre va a favor de todos, incluso de aquellos cuyos intereses son contrapuestos. Los hay que acabaron encerrados por negarlo.

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