Diario de León

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Pedro Sánchez y Pablo Casado ya no necesitan estarse vigilando continuamente por el rabillo del ojo. El poder político continúa disputándolo la derecha y la izquierda, eso es evidente, pero ahora mismo son dos mujeres, una de cada lado de la oferta, las que centran el interés de la contienda que se avecina ante el próximo futuro electoral. Basta seguir los titulares de los medios para observar que el liderazgo se ha desplazado, al menos de forma temporal, a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y a Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno. Una conservadora a ultranza y la otra comunista de vieja escuela. Tienen mucho para discrepar y bastante en común, excluido el fondo de sus ambiciones.

Sánchez ya había lamentado las dificultades que encontraría para conciliar el sueño que le robarían sus aliados muchas noches. El líder del PP seguramente se desternilló de la risa entonces. Pero en política nunca hay que descartar coincidencias con el adversario y ahora es él quien le acompañe en el insomnio. No es para menos encontrarse con el adversario en casa.

Ignoro qué coincidencias puede existir entre Díaz y Ayuso, una es rubia y la otra morena, las dos conquistan a la gente con sus promesas y las dos muestran a las claras sus ambiciones. Ambas tienen la vista puesta en un futuro próximo y las dos carecen de reparos al plantarles cara a sus superiores, bien es verdad que de manera pacífica y hasta sonriente.

Ayuso se mueve en su propio partido, el Popular, siempre con promesas de docilidad, pero intenciones de actuar por libre. Díaz, en cambio, lo hace desde fuera del suyo, Unidas Podemos, que le queda corto, y cuidando exquisitamente de mantener su cargo en el gabinete donde intenta capitalizar las decisiones que generan simpatía social.

En política existe pasado olvidadizo y presente fugaz; el futuro siempre es una suerte imprevisible. Nadie puede pronosticar con precisión cómo va a evolucionar esta partida a cuatro que, de momento, no está claro si contribuye a amortiguar la crispación o a multiplicarla. Todo dependerá de las estrategias que estarán gestándose en las calles madrileñas de Génova y Ferraz frente a esta contingencia.

Es la primera vez en nuestra democracia reciente que el juego está entre dos mujeres dispuestas a hacerles frente, y hasta rebelarse, contra sus mentores para luego disputarse el poder político frente a frente. Es el símbolo de los tiempos en que las mujeres se han hartado de ser damas de compañía y figuras de decoración para convertirse en protagonistas activas de la vida pública.

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