Diario de León

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Tienen mucha razón los filósofos de la nada, 2021 se ha despedido sin dejar nostalgia. Empezó con buenos augurios, pero la llegada de Filomena, la nevada que pasó a la historia de lo inesperado, enseguida empezó a complicar nuestras vidas. Y desde entonces, las adversidades no se han tomado vacaciones. El balance se acaba sin cerrar, con la variante ómicron que ha venido a ponernos a todos tocados, como se escucha por la calle. No es tan grave como su variante predecesora, pero nos amarga con trastornos, cansados con las secuelas y muertos de miedo a volver a contagiarse en muchos casos hasta por segunda y tercera vez. Tampoco las cosas fueron mejor en la llamada vida pública que ha evolucionado en medio de constantes reyertas políticas para cerrar el ejercicio con las mismas discrepancias con que comenzó y en el ambiente la sensación de que todo ha empeorado. Los precios han subido espectacularmente y los salarios de manera muy comedida. Por lo tanto, la herencia no es para tirar cohetes. Es muy difícil escuchar a alguien que se muestre satisfecho con algo del año pasado. El coco de la inflación, bien reflejada en los vaivenes de la electricidad, además parece que ha venido para quedarse. Y es una compañía económica y social poco deseable. Las promesas oficiales anticipan que terminará. Pero.

Pero, con el permiso de las euforias del Gobierno y sus expertos, esto es algo que nadie se cree con facilidad. La desproporción entre precios y salarios propende a consolidarse con el paso del tiempo. La esperanza está puesta en el momento en que podamos olvidarnos del virus que nos trae a maltraer, y todos podamos volver a trabajar en serio y hacer vida normal. La imagen más espectacular y al tiempo siniestra que deja el recuerdo del año recién despedido es el volcán de Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma, donde el colorido de las llamas y el río incandescente de la lava corriendo montaña abajo ha disfrazado durante meses el drama de millares de familias damnificadas.

Nadie a estas alturas esperaba ver un volcán en nuestro entorno, pero la verdad es que tampoco era ya previsible, entre tantos adelantos técnicos y cambios climáticos, que una nevada nos devolviese al recuerdo del aislamiento doméstico del pasado y que una pandemia insospechada viniese a recortarnos el récord de vida media que estábamos alcanzando. Tampoco en el ámbito internacional el recuerdo que queda es más optimista.

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