Diario de León

Creado:

Actualizado:

Ante lo inevitable cabe rezar -quien sepa, claro- y que todo salga bien. Los indultos a los presos por el proceso independentista catalán se anticipan inmediatos y sometidos a una fuerte polémica.

La inmensa mayor parte de los españoles —incluidos bastantes catalanes— no los aprueban.

Y es bastante lógico, sobre todo si se desconocen las razones políticas y sobre todo pragmáticas que pueden justificarlos.

La reacción pasional del rechazo masivo se agrava ante la ignorancia forzada de los argumentos con que cuentan sus promotores. Serán endebles o contundentes, pero la realidad es que son razones opacas. Quizás si todo fuese más transparente se entendería mejor y algunos hasta lo aprobarían.

Lo único que se interpreta hasta ahora es que el Gobierno intenta mantener el apoyo parlamentario independentista para agotar la legislatura.

Ante esta fundada sospecha pasa inadvertido el objetivo oficial, muy digno de ser tenido en cuenta, que tan arriesgada decisión pretende propiciar la concordia perdida o deteriorada entre catalanes y el resto de los españoles. Y una iniciativa de esta naturaleza no hay dudas de que debe ser considerada con cierta serenidad. Nos hemos pasado los años diciendo que hay que encontrar una solución al problema catalán.

Y este es el primer intento ambicioso que se pone en marcha. Las perspectivas de que funcione no son buenas, pero que se intente sí será positivo. Por supuesto, a costa de mucha desconfianza y rechazo de parte de la sociedad, pero la experiencia recuerda muchos conflictos que se resolvieron con la opinión pública en contra. Cabe desear suerte y que la pretendida concordia termine pronto con la discordia que despierta.

Para ello será necesario que las dos partes se avengan a ceder y el Gobierno lo está haciendo con unos indultos que pueden proporcionarle réditos políticos inmediatos, pero un desastre a medio plazo.

Ahora falta saber con verdadera exactitud hasta cuánto está dispuesto a ceder el independentismo en la búsqueda de esa concordia consensuada que, infortunadamente, no todos desean, a pesar de todo lo que beneficiaría al pueblo catalán en su convivencia y economía.

Los negociadores deben tener claro antes de sentarse a la mesa que hay unos principios básicos sobre los que no se quiera ceder, no que no se puede ceder. A partir de ahí cabe debatir y adaptar al marco de una autonomía que ya es amplia y puede ampliarse si se fundamenta en la lealtad constitucional. La obstinación en lo imposible sólo puede llegar a la frustración de la buena voluntad puesta en alcanzar la concordia.

tracking