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Editorial | Sin los cien días de cortesía, que ni han sido ni pueden darse ahora

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La investidura de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de la Junta ha respondido totalmente al guión previsto. Desde la disolución de las Cortes hubo quien optó por lanzarse a la trinchera —quizá ya tenía pie y medio en ella— y permanentemente se ha mantenido una posición de ataque constante sin otorgar siquiera un atisbo a la escucha o a la duda. En Democracia se suele hablar de lo importante de otorgar cien días de cortesía a cualquier mandatario. Pero en este caso no ha sido posible, ya que se ha optado por un ‘ataque preventivo’ aprovechando que las urnas llevaron al PP de Mañueco a tener que buscar un gobierno estable a través de un pacto con Vox. Por todo ello, pedir a estas alturas un plazo antes de iniciar las críticas resultaría ridículo y quizá también un error, puesto que ya se ha perdido demasiado tiempo —al aplazarse en exceso la investidura— y lo importante es que el nuevo gobierno autonómico se ponga manos a la obra cuanto antes.

El programa de Mañueco incluye una batería de iniciativas que deben pasar del capítulo de promesas al boletín oficial con celeridad y con la importante participación de una oposición que debería dejar el ‘no es no’ para facilitar aportaciones que, sin duda, mejorarían las cosas. Quizá el mejor resumen de esa actitud, priorizando a la sociedad, fue la exhibida ayer por el portavoz de UPL. Luis Mariano Santos dijo ‘no’ a apoyar el gobierno PP-Vox —por no aceptar debatir sobre el leonesismo y su futuro—, pero de manera automática abrió la mano para sentarse a la mesa y trabajar en lo que de verdad beneficia a los ciudadanos.

Rebaja fiscal, iniciativas legales para el mundo rural, mejoras en el agua y del modelo energético, un nuevo marco para el patrimonio, blindaje a la sanidad en los pueblos y reducción de listas de espera, protección y cuidado a los mayores y los discapacitados, ley de lucha con la violencia intrafamiliar o impulso a la vivienda... Los retos sobre la mesa son muchos, importantes y con un amplio margen para el trabajo conjunto de las formaciones. Por eso, ‘abolidos’ los cien días, urge que todos los parlamentarios se ganen su salario trabajando desde ya en construir, con apertura de miras.

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