Diario de León

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Editorial | Cuando la nueva normalidad se mece en el vaivén de la sucesión de las olas

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La incertidumbre forma parte de nuestras vidas. Hoy, desde hace un año, más que nunca. El enemigo es otro, global, sin fronteras, mutante, aleatorio en las víctimas que escoge, implacable en el aislamiento que impone a su alrededor, imprevisible en la dirección que toma, resistente a las drásticas restricciones que se imponen. Frente a la devastación del covid ha llegado, en tiempo récord, la esperanza de la vacunación. Y la confianza en una ciencia que ha logrado saltar barreras burocráticas y financieras para desarrollar soluciones de inmunidad que comienzan a salir al mercado. También una lección de la que aprender para las sucesivas crisis sanitarias que la evolución y la globalización pondrán a nuestro paso en el futuro.

Hoy hace un año León registró el primer caso local de contagio, una lista engrosada a estas alturas por alrededor de 50.000 infectados y casi 2.000 víctimas mortales contabilizadas en la estadística de la pandemia. A las que habría que añadir las que han muerto por «síntomas compatibles», en el caos generado en los primeros meses de crisis sanitaria.

Doce meses en los que se han sucedido tres olas de contagios y fallecimientos que han tensionado hasta el límite el sistema sanitario, y han puesto a prueba tanto su capacidad de organización como la resistencia de un colectivo de profesionales sanitarios que asiste exhausto al anuncio de nuevos recrudecimientos de la enfermedad y la aparición de variantes más virulentas a las que hacer frente.

No existe más receta que la responsabilidad personal y social para enfrentar una pandemia que está lejos de permitir la anterior normalidad

En estos doce meses el conjunto de la población se ha visto sometida a limitaciones de movilidad y contacto social inimaginables hasta marzo de 2020. Un largo confinamiento domiciliario o el toque de queda aún en vigor son dos de las excepcionales restricciones adoptadas en estos meses, en los que la economía ha sufrido un revés de consecuencias aún incalculables, a la espera de la evolución sanitaria y las secuelas de la retirada del histórico paquete de ayudas puesto en marcha por las distintas administraciones. Una economía que tirita esperanzada en la articulación del fondo de recuperación europeo, y que confía en que, esta vez sí, seremos capaces de aprovecharlo para asentar el futuro.

Las cicatrices del covid quedan en el miedo y la incertidumbre, pero sobre todo en la soledad de las víctimas y el duelo pendiente de quienes no pudieron acompañarlas. En el respiro de una tercera ola que afloja cuando se anuncia ya una cuarta, cuya virulencia se teme. La ‘nueva normalidad’ sigue siendo de momento la prudencia personal y social. No hay más receta.

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