Editorial | Un éxito de los profesionales y de la sociedad que nos devuelve a la vida

El final de los vacunódromos es probablemente el mejor símbolo de la normalidad que poco a poco vamos recobrando. Ayer se cerró el proceso en Ponferrada y hoy se clausurará en León. Desde que a finales de 2020 se inició la inoculación de dosis contra el covid a las personas mayores en las residencias, han transcurrido muchos meses de un trabajo arduo y verdaderamente complejo. Son más de 700.000 vacunas puestas durante nueve meses desde aquel esperanzador 29 de diciembre que llegó cargado de dudas que poco a poco se han disipado.

Uno de los temores que existía en el inicio del proceso de vacunación residía en la respuesta de la sociedad. No estaba nada claro hasta qué punto los ciudadanos estaban dispuestos a acercarse para recibir unas dosis que se habían diseñado en los laboratorios en un tiempo récord. Incluso se produjo un momento de incertidumbre cuando se llegó a bloquear el compuesto de Astra Zeneca por la posibilidad de que presentase efectos secundarios.

La respuesta de la gente ha sido sobresaliente. Incluso en medio de una auténtica batalla de informaciones peligrosas, difundidas fundamentalmente por las redes sociales y por los negacionistas. Pero lo cierto es que decenas de miles de personas han sufrido bajo la lluvia, combatiendo el frío o con un calor insufrible al acudir pacientemente a esos puntos de vacunación masiva que ahora ya se hacen innecesarios. Y en ellos, un personal admirable que, pacientemente, nos han atendido uno por uno, con nuestros nervios, inquietudes e incluso con enfados a veces justos.