Editorial | La experiencia de los puertos secos debería vacunar frente a la profusión

La hemeroteca se presenta, en muchas ocasiones, como una buena guía para tomar decisiones. Revisando lo ocurrido hace dos décadas en León, y también en buena parte del noroeste de España, se detecta una batalla entre territorios que sólo acabó generando perjuicios para todos. Cada provincia, cada comarca y, al final, casi cada municipio anunció, promovió, e incluso en muchos casos gastó en estudios previos, para contar con lo que se llama un puerto seco. Fue una guerra sin cuartel en la que sólo hubo bajas para todos. Finalmente de todo aquello no llegó nada, y los territorios del noroeste de la Península siguieron tan vacíos de plataformas multimodales como las que ahora vuelven al debate político.

En las últimas semanas proliferan los llamados nodos por todo tipo de localidades. En Galicia se trabaja en firme por la candidatura de Monforte de Lemos —tradicional enclave ferroviario—. Y en Castilla se dan pasos para conseguir que Medina del Campo aproveche su estratégica situación geográfica y de infraestructuras. En el caso de León hay un proyecto en Torneros que ha dado pasos concretos con un concurso para su diseño. Pero en el Bierzo se está derivando hacia una proliferación de candidaturas que no aventura nada bueno. La posibilidad de aprovechar las antiguas infraestructuras de La Placa en Ponferrada se enfrenta a las opciones promovidas en Toral de los Vados o San Miguel de las Dueñas. La experiencia dicta que con varias candidaturas sólo se facilitan disculpas para la inacción.