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Editorial | El hartazgo del medio rural se deja oír con firmeza en Madrid

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El Gobierno del desarrollo sostenible y la transición verde tuvo ayer en la calle a cientos de miles de ciudadanos del mundo rural echándole en cara su «política ecologista radical», con la que ha arrinconado a quienes de forma mayoritaria residen en los espacios naturales que con tanto celo quiere proteger. El hartazgo de los vecinos de los pueblos y de los sectores que dinamizan el medio rural se ha ido fraguando durante toda la legislatura con decisiones que se han percibido como una imposición sin espacio para el diálogo y la aportación de ideas. Con el viento favorable y con un sentido del respeto y el consenso, algunos de los planteamientos gubernamentales podrían haber convencido porque, más allá de los planteamientos ultras de ambos bandos, la lógica apunta a que los más interesados en mantener a salvo su entorno son los habitantes del medio rural. Sin embargo, ha destacado la falta de empatía y, sobre todo, la ausencia de respuestas y de soluciones concretas para afrontar los cambios. En su lugar, se ha lanzado una parafernalia dialéctica con aire paternalista y mensajes grandilocuentes con difícil encaje en quienes ven peligrar su modo de vida y el de sus predecesores. La lista de agravios es larga, comenzando por la supresión de la caza del lobo al norte del Duero para seguir con la «ideologización» de los planes hidrológicos que regirá el futuro inmediato de las cuencas, con la invasión de las renovables que pretenden arrasar los cultivos y con las limitaciones de la PAC. La inacción ante la imparable subida de costes que el campo sufre desde hace años, unido a los bajos precios que reciben los productores y el recorte imparable de servicios en el mundo rural ha colmado la paciencia de todos y ayer se demostró en Madrid. Pocas manifestaciones ha visto la capital con una indignación tan «transversal», como le gusta decir a la vicepresidenta Teresa Ribera, con agricultores, ganaderos, cazadores, colectivos civiles y emprendedores copando las calles del centro. Queda por escuchar la respuesta del Ejecutivo de Pedro Sánchez, que ayer no recogió el guante y al que ya no le sirven las palabras huecas.

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