Diario de León

Editorial

Editorial | La vulnerabilidad de una sociedad con fronteras

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Hoy hace un año la vida se rompió. El covid nos encerró en nuestras casas en un aislamiento tan imprevisible como desconocido. También en las múltiples aristas de sus consecuencias. Ahora sabemos que la distancia social no es un paréntesis a olvidar, sino una realidad a asimilar. Que nada volverá a ser como antes. ¿Qué consecuencias tiene la ‘nueva normalidad’, si es que alguna vez la alcanzamos?

Un año después el ‘aislamiento existencial’ que definen los expertos se traduce en la necesidad de recuperar proyectos vitales y de ocio. Dentro, aún, del desconcierto, del cansancio pandémico, toca aprender a cicatrizar las terribles dolencias emocionales y sociales que doce largos meses de descalabro familiar, emocional y económico ofrecen sólo como antesala de una nueva manera de entender las relaciones sociales y la globalización. De una forma de asumir la vulnerabilidad.

Una sensación que deja en el conjunto de la sociedad una gran ola de solidaridad teñida de impotencia y frustración. Una dolorosa brecha en la atención a los mayores que no puede ignorar la herida en las percepciones y vivencias de los niños y adolescentes. Que no puede descuidar las maltrechas perspectivas de los jóvenes.

Quizá nada volverá a ser como antes. Ni los hogares ni las formas de socialización. Pero es necesario volcarse, desde todos los frentes, en vencer el cansancio pandémico. Queda mucho por superar. Desde luego, el dolor callado de las muertes en soledad y los duelos sin resolver. La punzada individual y la tristeza comunitaria.

Quizá hoy, un año después del inicio del confinamiento, sabemos que nada volverá a ser como antes. Quizá hoy sepamos también que es necesario buscar nuevas fórmulas para salir adelante. El futuro y las nuevas generaciones lo merecen. Aunque sea, al menos de momento, en una sociedad con fronteras.

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