Diario de León

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Desde Tennessee, la poeta leonesa Margarita Merino me remite una foto de su último regreso a esta tierra, en 2019. Intuyo que no me la mandó antes porque salimos movidos, pero no culpemos del terremoto al fotógrafo sino a que a nuestra alegría le costaba quedarse quieta. Así somos más genuinamente nosotros, y no como en algunas del carné de identidad que salimos con cara de general prusiano. Mucho mejor así, con zigzagueo. ¡Qué bien nos lo pasamos! Se nos ve en un bar del Húmedo celebrando y celebrándonos: ella, Marta, el catedrático Juan Matas y este juglar de columnas. En efecto, la alegría es dinámica. Estamos festejando lo bien que había salido el recital de Marga sobre poesía del Siglo de Oro, organizado por Matas en la Sierra Pambley. La autora de  Viaje al interior,  con el que ganó el González de Lama, nos mira con ternura, como pensado: ¿Estáis aquí o lo estoy soñando? Estuvimos, querida Marga. Y aquí nos tienes. Cuánto ha cambiado la vida desde entonces, si bien lo esencial permanece inamovible. El domingo pasado quedé en una terraza con otro buen amigo. También poeta, de los mejores. Allí sentados, con las mascarillas, parecía que estábamos preparando el asalto a la diligencia. Sin embargo, en efecto, lo que importa permanece no solo inamovible sino además visible. Hay algo sagrado en la digna aflicción de un poeta, cuya obra además nos aporta la luz de la esperanza. No sé si mis palabras de aliento le resultaron útiles, pero lo intenté.

Me pregunto si aquella tarde del recital, conseguimos que alguien olvidase por un rato sus pesares. Todos necesitamos algo por lo que brindar, aunque solo sea una ronda. Vuelven a endurecerse las condiciones para el interior en la hostelería. Las respaldo por necesarias, pero las lamento por el sector, tan golpeado en su economía. Aquella tarde de 2019, los cinco nos fuimos a celebrarlo. Que nos quiten lo brindado

Y sí, hay algo entrañable en la imagen de amigos que conversan en un bar, en la barra o en la terraza, aunque en dicho encuentro del domingo no hubo risas. Pese a ello, si ahora alguien nos mostrará una fotografía de este encuentro, ¿nos sorprendería percibir el halo de una invisible alegría zigzagueando a nuestro lado?

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