Diario de León

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No basta con tener nombre de pila para que se te llame por él, a Trump nadie lo llama Donald. En cambio, Amancio es Amancio. Cogí el móvil y le pregunté con impostada voz de fiscal jefe: «¿El señor González?» y él mismo dudó unos segundos. Finalmente contestó: «Eso parece». Le felicité por su nueva exposición en Ármaga, con esculturas en las que representa imágenes emblemáticas de obras de Miguel Ángel, Rubens, Ingres y Bronzino. Piezas de gran belleza, representativas de su dominio técnico y de su madurez como artista. También, hay exquisitos bordados de Ana Campos a partir de dibujos del escultor. Y su hijo Rodrigo González le ha hecho un precioso audiovisual. Por cierto, Amancio ya mostraba desde sus primeras exposiciones dominio de la técnica escultórica, de ahí que su camino siempre ha sido la búsqueda de ese algo más que impregna su obra. Esta de ahora la presenta como un homenaje a Alejandro Vargas, en cuya academia se formó en el dibujo y en la pintura. Homenajea desde la gratitud, y esta nunca es un sentimiento más sino una clave. Hace mucho que el maestro es también amigo, por ello en este gesto del escultor hay una gran proclamación artística y de vida. La amistad solo puede darse alrededor de una tabla redonda, es decir, entre iguales, pero admite la auctoritas. No estamos ante un regreso más, lo hace con una exposición mayor pese a mostrar pocas piezas, porque lo esencial de su personalidad permanece inamovible su arte resulta tan dinámico. En un escultor de tanta valía la mayor dificultad no está en los materiales utilizados, sino en que avanza esculpiéndose a sí mismo. Él es su nombre. Su propio hierro, piedra y madera.

Desde aquel primer expresionismo del grito y del monstruo, su obra ha ido evolucionando hacia la rotundidad de lo sutil. Sin embargo, nunca con giros arbitrarios. Y sí, hasta los artistas con vocación más inquebrantable saben, lo admitan o no, que todo habría sido no solo diferente sino peor sin sus referentes, profesionales y de conducta. Él los tiene y lo proclama.

En efecto, no cabe mayor satisfacción para un artista que el maestro un día sea además su amigo. Conviene que los jóvenes lo tengan presente. Solo la vida es más misteriosa que el arte.

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