Diario de León

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No me gusta que los informativos me cuenten con música de fondo la guerra de Ucrania. No la quiero ahí, ni siquiera cuando es clásica. La banda sonora del horror se basta a sí misma para sobrecogerme. La verdad es ya suficiente y sabe hacerse entender. No es que uno solo quiera datos asépticos, me gusta el periodismo emocional y posicionado, pero sin énfasis innecesarios. Las informaciones sobre Ucrania no han de ser amenas, sino claras. No soy quién para dar lecciones de periodismo, solo dejo constancia de un sentimiento que quizá compartan otros. Y cuidado con la palabra paz, que puede cargarla el diablo. También los polacos la querían en 1939, pero quien no la deseaba era Hitler. En Mariúpol, ha sido bombardeado un hospital para niños. Que sea cierto no significa que sea humano. Luego, colega, alcánzame en pleno corazón con un puñetazo de imágenes contundentes y de buena prosa periodística, provócame lágrimas y saca mi rabia… pero diles a tus editores que no le pongan música de fondo a tu trabajo. Que los sonidos del silencio nos golpeen solos. Trabajo con música, pero en lo concerniente a la ética periodística me aferro a lo aprendido en clase. Y a alguna verdad que la vida me ha enseñado a cantar.

Mientras tomo notas para un taller sobre el Quijote para los mayores me abordan dudas sobre el sentido o el sinsentido de lo que hago… cuando un país está siendo devastado. Y pienso en un correo que me ha remitido, desde California, Víctor Fuentes. Acaba de terminar de corregir las galeradas de su edición de Luces de Bohemia… mientras las hacía, los ataques contra Ucrania le recordaban los bombardeos que de niño vivió en Madrid. Querido amigo, ¿también tú te preguntas si tiene sentido hoy inculcar amor por los autores del pasado? En tu caso, lo tiene. Ese nuevo libro tuyo nos iluminará. Y la amistad es aún una grata canción, en este mundo herido.

Pero la derrota empieza cuando te rindes a tu propio pesimismo. No lo haré. Marta canturrea por el pasillo. Conque abro de nuevo el Quijote de 1615. Leo en la página 612: «Podría ser —respondió el mozo—; y adiós, que ya viene el alba». Cojo el lapicero y escribo: « ¡Qué bello!». Lo era, lo es y lo seguirá siendo. Incluso en un siglo en llamas.

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