Diario de León

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En León, un escaparate nos sonríe al pasar. Está en la calle Conde Rebolledo con La Rúa, y pertenece a La Casa del Embutido. El paseante se siente atraído a mirarlo, como a Ulises le llamaron las sirenas, si bien estas con intención gastronómica muy distinta. ¿Qué vemos tras su luna? Ajos, quesos, chorizos, sartenes y botes plasmados por el arquitecto y pintor Nicolás Martínez Roa en alegre tono azul, con algún brochazo de rojo en juego con el blanco. Pero, por la magia de la pintura, tal sobriedad cromática nuestro corazón la percibe en technicolor. En este «Economato» de ultramarinos felices no me importaría ser cuña de cecina o lata de pimientos. «Escaparate del arte» es actividad cultural altruista y dicha obra permanecerá expuesta hasta final de mes. No se la pierdan. Digámoslo ya: el pequeño comercio no ha de buscar consumidores sino clientes amigos, aunque estén de paso. Todo el Barrio Húmedo sale beneficiado con tan singular proyecto. La excelencia de los productos gastronómicos primero, y su excelente actividad cultural después convierten a este establecimiento en referente. Han expuesto: Emilio Bardón, Eduardo López— coordinador de la iniciativa—, Juanjo Fernández y Carla Díez. Y lo harán otros, pues hay cantera. ¿Y por qué no puede empezar en nuestras calles un Renacimiento? En el florentino, los gremios competían porque los mejores pintores hiciesen obras para las iglesias de sus barrios. Y la que liaron. Liémosla.

Y me acordé de una afirmación del marqués y escritor De Vilalonga: «Un verdadero caballero nunca mira escaparates». Sigo discrepando. Don Quijote se detendría fascinado ante este de La Casa del Embutido. Y David Niven, aunque no vendan smokings. En ese azul alegría de Nicolás Martínez hay ecos de Hockney, y en sus trazos simples pero certeros los percibimos de Mariscal y del gran historietista Vázquez. Pero, sobre todo, encontramos su voz propia.

Demostremos que eso de que los leoneses son cerrados es leyenda negra. Llenemos la ciudad de color humanista y humanizado, que no de colorines. Convirtamos León en la ciudad de los escaparates sonrientes. Y de la atención amable, claro. En días oscuros, un escaparate luminoso nos sonríe y nos hace sonreír en 3D.

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