Diario de León

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Este madrileño tiene mucho frío no, lo siguiente. Y eso que en la tierra donde me nacieron tampoco hace ahora como para ir en bermudas. Pero esto de aquí son palabras mayores. Esto no venía en mi contrato de trabajo, ni en lo que firme al casarme. Esto se avisa. Y todavía mi mujer me dice: «pues antes hacía aún más». Ya, como diría el niño de El sexto sentido: « En ocasiones, veo yetis». No soy de los que se asusta por un quítame allá esos menos grados, hice el campamento de la mili en Ferral de Bernesga, y en diciembre. El doctor Zhivago la hizo en primavera, y no se quitó los marianos ni en la ducha. El temblor mío de ahora no es por flojera, sino zombífrío. Amarrado al duro asiento de una silla de madera cumplo con mi deber de escribir la columna, mientras noto las posaderas congeladas y algo próximo a ellas convertidos en carámbanos. Mi mujer asoma el rizo por la puerta y me propone socarrona: «Ponte un cojinín». Pero uno tiene su dignidad de columnista. Como tampoco soy de los del lingotazo de orujo , me caliento escuchando los informativos. Lo de Trump es tan bochornoso que, a poco que leas y veas, enseguida empiezas a echar humo. El se retirará a jugar al golf, pero ha dejado prendida la mecha de la división. Imposible olvidar las palabras de una asaltante al Capitolio: «Si Baden es presidente, recuérdenlo, esta será la última protesta pacífica que vean. Y si hay que derramar sangre, se derrama». El electorado estaba avisado sobre quién es Trump. No ha habido tanta sorpresa.

Por la calle Gil y Carrasco, me cruzó con alguien sin mascarilla. Camina altivo. ¿Por qué estos nuevos delincuentes no son arrestados por peligro público? A un negacionista lo único que no puede negársele es su estupidez. «En ocasiones veo cretinos», diría también el niño de El sexto sentido. Cada vez son menos, pero en esto dos son ya multitud.

Preocupada porque se me congelen las posaderas, Marta aparece por el despacho con dos cojines. Y como uno puede estar helado, pero la chispa del humor conyugal aún la mantiene intacta, la recito unos célebres versos de La venganza de Don Mendo, adaptados a la ocasión: «Para quitar estos temblores/ dos cojines son pocos/ ¡Hacen falta más cojines!». Esto se avisa.

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