Diario de León

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Ha fallecido el arquitecto Jesús Martínez del Cerro, hombre rascacielos. Esta condición es independiente de la estatura física, solo cuenta la talla humana. Gran profesional, tenía el respeto y el afecto de sus colegas, pero no me ocuparé ahora de esta faceta suya. También era excelente pintor, su obra podría estar expuesta en la mejor sala. Pintaba edificios y espacios reales, pero como si estuvieran derretidos o los viéramos a través de un espejo de feria. Pintura muy combativa en lo político, rigurosamente realizada y no exenta de ironía. Tuve la suerte de contar con su colaboración en varias ocasiones. O mejor expresado, de que me hiciese muchos favores. Si además sonaban extravagantes y para ayer te los hacía aún más sonriente. Me ilustró un cuento mío de juventud sobre el miedo de un cruel dictador a levantarse a orinar por la noche, que publicó este periódico. No le puedes pedir a cualquiera —solo porque es pariente, manitas y solícito— que te haga un collage sobre Isaac Pedal, inventor de la bicicleta. Y me lo hizo. Pero también una minimalista visión de Nagasaki destruida, para un artículo en Papel Literario, el suplemento de El Nacional (Venezuela). Era rápido, captaba a la primera. Transformaba en fácil lo difícil, con el don innato para el disfrute. Creía que en el arte del cantar doméstico cuanto peor… mejor. No he escuchado una versión más horrorosa y entrañable de Amor de hombre que la suya, con una cuchara como micrófono. Enseguida supe que era la persona adecuada para materializarme la máquina de detectar falsos lectores del Quijote —que no funciona, ni ha funcionado ni funcionará— que saco en mi Entrevista a Cervantes. Rascacielos de humanidad y de capacidades, nunca te miraba desde arriba.

Fue pilar maestro y lo seguirá siendo. Me pregunto si las ciudades grandes dan también hombres y mujeres rascacielos. Supongo que sí, aunque intuyo que tal condición es más frecuente en pequeñas, donde todavía es posible decir: «no te preocupes, ahora voy». Y se va.

Carmen y los tres hijos —Bárbara, Nicolás y Paula— estuvieron junto a él en su largo final, con ejemplaridad inolvidable y enorme talla humana. En este caso, la familia del hombre rascacielos también lo es.

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