Diario de León

Creado:

Actualizado:

Antaño, agosto era mes de sequía de lectores. Aquí, no quedaba ni Guzmán el bueno. Uno podía escribir en medio de la columna: «Hoy, a todo lector que me lo pida por la calle le regalaré un puro», y no me lo reclamaba nadie, ni siquiera Sara Montiel o Churchill. Ahora, tal propuesta sería mi ruina. La condición humana ya no veranea. Y como el tiempo no termina de ponerse de acuerdo, saco películas de la Biblioteca Pública de León. En casa, mi madre solía decirnos ante cada Sesión de Tarde: «Esta la vivimos tu padre y yo cuando éramos novios». Hoy, mi hijo me escucha algo similar. El otro día volví a ver El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder, en la que Gloria Swanson interpreta a una amojamada estrella del cine mudo, incapaz de aceptar que hace mucho ya que fue desplazada por el sonoro. Representa la prehistoria del cinematógrafo y de sí misma. Hacia el final se nos informa de que tiene… ¡cincuenta años! Pardiez, se me fue el refresco por otro lado. Con esa edad este juglar de columnas ya no era un pimpollo, pero tampoco el topo de la Catedral. A mis remotos cincuenta agostos, de haber sido actor, no estaba ya para rodar persecuciones a caballo, pero solo porque llevo gafas y nunca me subo a nada que dé coces. A partir de los cuarenta, ya todo es juventud con goteras. Por cierto, Wilder había nacido en Viena, en 1906. A su madre, la robaron la ancianidad en Auswitch. Que el director de las divertidísimas Con faldas y a lo loco o La tentación vive arriba tuviese tal experiencia trágica en su propia familia me confirma algo tantas veces proclamado aquí: en el humor nada es lo que parece, mucho menos su origen.

Pienso en mis padres, en cómo eran cuando fallecieron. Él, en la setentena. Ella, octogenaria. No es que estuviesen en plena forma física y todos esos espejismos, con los que trata de timarnos el sistema. Se mantuvieron jóvenes porque eran buenos. Hasta el final. Como dijo aquel productor de Hollywood a Wilder: «en las duras y en las más duras».

Y pese a que agosto ya no es lo que era, vuelvo a poner el cartel: «Hoy, a todo lector el que me lo pida por la calle le regalaré un puro». Pero ni si se les ocurra acercase a mí sin mascarilla. A mi edad, aún corro que me las pelo.

tracking