Diario de León

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Así nos ha definido el Papa en su discurso ante las autoridades niponas: «la familia humana». Cuánto me hubiese gustado cubrir como corresponsal su reciente visita a Hiroshima y Nagasaki. Desde hace meses leo acerca de las dos bombas atómicas, interesado por la visión japonesa de aquel horror.  Les conté en otra columna que había dado con el nombre de un leonés, el jesuita y cervantista Jaime Fernández, nacido en 1938 en Albares de la Ribera, quien se trasladó en 1956 a Japón, donde ha ejercido como catedrático de Literatura, en la Universidad de Sofía, en Tokio. ¿Vive, ha fallecido?, me preguntaba. Cervantistas conocidos míos que le trataron llevaban años sin saber de él. Y de repente, me llegó un escueto correo electrónico suyo, en el que me remitía a llamarle a su residencia, a través de centralita. Pero, ay, llamar a Japón, fuera de la gratuidad de WhatsApp, excede mi presupuesto para quijotismo. Le propuse escribirnos a través del ordenador… y aún no me llegado su respuesta. Cómo todo es más fácil si visualizas un rostro, el cervantista José Montero Reguera me facilitó una foto de 2004 en la que se les ve a ambos en un congreso en Seúl. Además de los de este, le transmití saludos de alcalde de Torre del Bierzo, Gabriel Folgado, y del obispo de León, Julián López. A Fernández le debemos la traducción al español de la novela Silencio, de Endo, llevada al cine por Scorsese. Y una excelente «Invitación al Quijote», muy útil para el profesorado.

 

Y debemos recordar también aquí a otro leonés: el dominico Antonio González, mártir en Nagasaki, en 1637, durante la persecución al cristianismo. Cuando en 1945 fue arrasada por la bomba atómica era la ciudad nipona con más católicos. La semilla había sido sembrada, entre otros, por este paisano nuestro, biografiado en 1981 por un clérigo de nuestra tierra: Fidel Villarroel. Sonaron rigurosas y muy sensibles las palabras del Pontífice sobre el rechazo de la Iglesia al armamento nuclear: «el diálogo es la única arma digna del ser humano y capaz de garantizar una paz duradera».

 

Supongo que don Jaime habla japonés con deje berciano, pues las raíces son las raíces. Ah, la gran familia humana… si no fuese por algún que otro cuñado aguafiestas...

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