Diario de León

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Discúlpenme si nos cruzamos por la calle y no saludo. Voy a caminar más abstraído durante un tiempo. Se nos ha muerto Toño Morala, el poeta y gran divulgador etnográfico. Éramos amigos, si bien no de quedar o de llamarnos a menudo. La amistad es un territorio muy amplio, en el que lo que importa es la consciencia de tenerse. Un gran tipo, auténtico por dentro y por fuera. De lo mejores que he conocido. En un mensaje de video que le remitimos el año pasado un grupo de amigos le recordaba que fui el primero en escribir sobre él, cuando Toño era un joven corresponsal de este periódico y me obsequió con un libro de máximas suyas, a través del que percibí por vez primera el oro de su autenticidad. Tenía el don del hallazgo poético. Libre como solo se puede ser desde el corazón. Libre como solo los humildes consiguen serlo.

Y siempre con Mar a su lado, su océano. Y sus hijas, Andrea y Alba. Ayer, al mencionarle a Ramiro Pinto aquel libro de máximas me recordó una de ellas y nos sonreímos, como si acabáramos de recibir un regalo póstumo suyo: «Matar dos tiros de un pájaro».

Sus amplios reportajes en La Nueva Crónica sobre cultura popular quedarán. Antes de enfermar, cada año me obsequiaba una caja de ese tesoro comestible que son los tomates de Mansilla. «El oro de Moscú» llamábamos en casa a tan generoso regalo, porque Toño era republicano y rojo. Una vida apoyada en la ética y el compromiso, pero alejada de la verborrea de escaparate. Un verano, a mediados de los noventa, un periodista en prácticas le cogía el artículo por teléfono y repetía: «Todo cuadra, Morala, todo cuadra». Así es, y si no cuadra a la primera ya terminará cuadrando a la cuarta.

Uno de sus últimos deseos —ya cumplido— fue donar su cuerpo a la medicina. Otro gran acto suyo de amor. Solidario hasta el final. O sea, bueno. Este domingo, a las seis de la tarde, en San Marcos, el Ágora le hará un homenaje. Nunca sintió la necesidad de publicar su poesía, pese a su calidad. No importa, las nubes tampoco publican poemarios.

Sin duda, todo finalmente cuadrará, pero, mientras tanto, muchos caminaremos más cabizbajos. Adiós, querido amigo. Fuiste libre y auténtico, en la salud y en la enfermedad. Eras de verso y hueso.

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