Diario de León

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Ayer vi un clásico de Elia Kazan que no conocía: La barrera invisible . Su denuncia sigue vigente. Estrenada en 1947, dos años después del final de la II Guerra Mundial, cuenta la historia de un periodista (Gregory Peck) que quiere hacer un reportaje sobre antisemitismo en Estados Unidos y para ello, tras muchas vueltas al enfoque, decide hacerse pasar por judío. Sufrirá la humillación de ser rechazado en un hotel, pero también prejuicios más sutiles, como esa barrera invisible que muchos falsos tolerantes interponen, incluida su propia novia. Existe un espejismo de tolerancia, la que dice aceptar al diferente… pero aparte. El periodista aprenderá que asumir como inevitable la intolerancia conlleva ser su cómplice. Descubre que algunos dicen no ser antisemitas pero tienen amigos que lo son y les ríen sus chistes. Por ello, no basta con callar. Todo esto puede serle aplicado a quienes aseguran no tener nada contra los homosexuales, «siempre que no lo exhiban en público», o a quienes dicen no tener nada contra la memoria histórica pero creen que los muertos deben seguir en las cunetas. También a quienes llaman «identidad nacional» a sentirse superiores. Por cierto, en 1952, Kazan colaboró con el macartismo y delató a compañeros. A veces, la condición humana tiene esos misterios. El personaje que interpreta Peck, un viudo con un hijo, es un antecedente claro del Atticus Finch, de Matar a un ruiseñor (1962), un abogado íntegro que, en medio del fanatismo racista, trata de inculcar a sus hijos bondad y tolerancia.  

En la Casa Panero, en Astorga, Amancio González ha presentado su busto escultórico de César Vallejo. El poeta peruano escribió: «Amado sea aquel que tiene chinches/ el que lleva zapato roto bajo la lluvia». Nuestro escultor sigue creciendo y con su arte nos ayuda a los demás a crecer.  

Nosotros mismos, ¿estamos libres de tener prejuicios racistas, xenófobos, homófobos… hacia gordos, delgados, ateos, creyentes… contra quienes ganan o contra quienes pierden, hacia la derecha o hacia la izquierda…? Lo escribió también Vallejo: «!Ah! desgraciadamente, hombres humanos,/ hay, hermanos, muchísimo que hacer». Empecemos hoy y ahora, derribando nuestras propias barreras invisibles.

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