Diario de León

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Aún no he visto el documental sobre Truman Capote, el primer escritor al que leí de adolescente sin saltarme una línea. Al parecer, se centra en el proceso de autodestrucción al que le llevó la escritura de su libro póstumo, Plegarias atendidas (1986), en el que con nombres ficticios habló de los vicios de la alta sociedad a la que trataba, lo que le hizo perder muchos amigos. Falleció antes de terminarlo, aunque capítulos fueron adelantados en Esquire . Pero ya venía mirando el abismo desde, como mínimo, la etapa final de la redacción de A Sangre Fría (1965), que le provocó profundas heridas de culpa. La literatura le hizo multimillonario, pero la riqueza puede ser también celda oscura si eres sensible. The Capotes Tapes, así se llama el documental, resume el retrato del escritor con unas palabras suyas en las que admite que «siempre buscó ser amado», sin conseguirlo. El blues de la vida, ¿les suena? Como lector suyo, nunca me engañé con su exhibicionismo de declaraciones crueles. Sabía que su mejor verdad habitaba en obras maestras como Desayuno con diamantes (1958), o en los cuentos navideños. Por ello, leí con tristeza y —a veces— repulsión Conversaciones íntimas con Truman Capote (1985), de Growel, en las que exhibió su «crueldad deliberada», el defecto que más insoportable le resultaba en los otros… y en sí mismo. Traicionamos nuestra propia bondad, pero quedan briznas y se nos quiere y perdona por ellas. Lo canta Kristofferson en Burder of freedom : «Señor, ayúdame a llevar la carga de la libertad/ Y dame el coraje para ser quien soy/ Y cuando haya herido a la última persona que me ha amado/ Señor, ayúdale a perdonarme/ porque no sé por qué lo hago».

Llevó al límite el que hablaran de él aunque fuera mal, pese a no necesitarlo. Fue su peor enemigo. ¿Desaprovechó el amor que recibía o, quizá, le sangraba el corazón de tanto darlo?

En 1980, publicó Música para camaleones, donde volvió a entrevistarse a sí mismo, ofreciendo su compleja dualidad. TC: «Solo nos tenemos el uno al otro. Y esa es la tragedia, ¿no?». TC. «Te olvidas, también tenemos a Dios». TC: Sí, tenemos a Dios”. Y los dos Capotes se quedan a la vez dormidos. En efecto, el viejo blues de la vida, ¿te suena?

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