Diario de León

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Primero fue la exclusiva, y la dio Pérez Chencho en este periódico. En su Balcón del Pueblo , con el título ‘Bombazo político’. Una exclusiva con misterio, pues anunció que al día siguiente una rueda de prensa sobre un presunto acoso sexual desde el poder iba a convertir en caída un esplendor político. No dio nombres, ni concretó localidad. Su prudencia no era debida a la falta de datos, sino a que la rueda pudiese finalmente no ser convocada. «La mecha ya está encendida», comenzaba. También: «El presunto acosador pasará en cuestión de minutos de la gloria a la charca». Y el lunes todo quedó confirmado. El entonces alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez y su concejala de Hacienda, Nevenka Fernández, habían sido pareja discreta. O sea, a voces. Y tras la ruptura, que él se negaba a aceptar, la venía sometiendo a acoso, laboral y personal. Aquella fue su primera columna sobre el tema, a la que siguieron otras. Qué gran periodista perdimos con su fallecimiento, en 2008. Uno de sus hijos me contó que su padre le reconoció poco antes de fallecer que debió ser más comedido en sus críticas contra el político. El acoso a Nevenka le seguía pareciendo reprobable, pero en un ejercicio de autocrítica admitía también sus propios excesos de impiedad al informar. Esto denota su rigor periodístico y nobleza. Casi siempre acertaba en la justa medida, y cuando no su conciencia se lo hacía notar. Si rectificas solo porque te obliga una sentencia no es lo mismo. Un buen columnista debe recelar de su propio poder, someterlo a revisión. ¿Difícil? Claro, pero nadie dijo que este oficio sea fácil.

Ayer, cumplí 30 años de casado. Fui con Chencho a cenar al Luisón, después entramos en el pub Plató. Un compañero de La Crónica, Cerezo, me presentó allí a quien sería mi mujer. Chenchín, comprensivo, se puso a jugar al billar. Debió de notar el flechazo.

Y sí, primero fue exclusiva. Tiempo después, el buen profesional que la publicó reconocía a su hijo que hubiera debido mostrar más contención en sus críticas, sin dejar por ello de parecerle inmundo el acoso. Le estaba impartiendo una hermosa enseñanza: a veces, no basta con tener razón. Esta paradoja es parte de la grandeza de este oficio. Y de su soledad.

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