Diario de León

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Los hombres nuevos son tan viejos como el mundo. No quiero decir que sean los mayoritarios, ni siquiera que sean muchos, sino que siempre han estado ahí. En definitiva, son los renacidos, aquellos que han logrado eludir el triste destino al que parecían abocados por la penuria o el entorno familiar o social. No siempre la pobreza genera pobreza, como inexorable ley de causa y efecto. Pero hay que dar golpes de timón. Por supuesto, aquí el término «hombres» incluye también a las mujeres. A los jóvenes y a las jóvenes. A los niños y a las niñas. Desde la orden agustina están promocionando la candidatura del sacerdote leonés Nicolás Castellanos para que le sea concedido el Nobel de la Paz, por su trabajo en favor de «la justicia, la libertad y los derechos humanos». Aquel niño de Mansilla del Páramo creó en Bolivia el proyecto Hombres Nuevos. Tras renunciar a su cargo de obispo en Palencia se adentró en los territorios de la pobreza. Incluso en la Iglesia es necesario trabajo de despacho, pero él quiso dedicar los últimos años de su vida laboral a los más pobres. Y ya son muchos años los que lleva dedicados a esta labor, que también exige papeleo. Necesitó ponerle rostro y nombre a los bienaventurados, hacer algo por ellos y con ellos. Quizá, Dios le dijo: «Vale, Nicolás, ya he escuchado tus plegarias, pero ¿me escuchas ahora tú las mías?». Y viajó hasta la gran pobreza, donde todo se puede hacer y muchas veces se hace. En la Red he encontrado declaraciones suyas reveladoras: «Por 200 euros un joven que hubiera sido candidato a delincuente ha estudiado un año en la Universidad Pública. (…) En el norte os sobran medios para vivir, pero os faltan razones para existir».

Los españoles somos una sociedad más pobre que cuando él marchó en 1991, no le pidamos que vuelva… solo que rece para que comprendamos que vivir y existir no son los mismos verbos, salvo que los conjugue el amor y nos convierta en hombres nuevos.

Castellanos tiene ya 86 años, y sigue ayudando a renacer mediante la educación, el trabajo y la esperanza. Vives en tu cuerpo, pero existes en los demás y para ellos. Esa fue la elección de este leonés: sus razones para existir. Y nosotros, ¿podemos recordar todas las nuestras?

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