Diario de León

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Leo que la Fundación España Habitar quiere promover que se erradique el empleo de términos peyorativos para referirse a quienes viven o proceden del mundo rural: paletos, catetos, palurdos, pueblerino, destripaterrones… Aunque mucho se ha avanzado desde que ridiculizar al hombre de con boina era uno de los recursos habituales de nuestros humoristas aún queda mucho por hacer. En esto, venimos de una sociedad peor de la que tenemos, aunque tampoco esta sea para tirar cohetes. En mi infancia, llamarle empollón a alguien en clase conllevaba pegarse luego en recreo. Finolis era insulto. Gafotas, agravio. Flacucho o gordiflón resultaban palabras mayores. En fin, hemos recorrido un largo camino, aunque aún nos queda un largo tramo. Por ejemplo, el machismo es primero lenguaje, aunque resulta absurdo confundir género con sexo. Todos debemos someter nuestro vocabulario cotidiano a la ITV de la autocrítica. A mí no me gusta que me llamen «plumilla», soy un periodista o un escritor no una gallina. Hay que despojarse de las palabras ofensivas o molestas para quienes se las aplicábamos. Los gais no son desviados o invertidos, ni locas ni pierden aceite… son personas. También lo expresado con humor está sujeto a reglas de dignidad, pues lo cómico ha de hacer reír en las dos direcciones, no basta con que se ría solo quien cuenta el chiste. No se trata de crear nuevos puritanismos, sino de amar más y mejor. Mucho hemos tardado en comprender que «disminuido» es un término ofensivo.

Vela Zanetti me dijo en más de una ocasión: «Pinto hombres con boina, no paletos». Plasmó el mundo rural con genio pictórico y con enorme sabiduría acerca de la dignidad del mundo rural, tenía una mirada impregnada de machadismo. Dicho esto, tampoco creo que hubiese nada despectivo en el personaje con boina creado por el gran Gila, si bien nuestra sensibilidad ha evolucionado en lo referente a algunos aspectos suyos del humor más negro. Esta criba del tiempo es muy habitual en lo cómico. Hoy nos sentimos más próximos al tierno Blasillo, de Forges.

De tener más líneas les contaría la versión de Groucho Marx de cómo los hombres inventamos el lenguaje. En otra ocasión será. Según la sabiduría rural, hay más días que longanizas.

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