Diario de León

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Mi mujer me obsequió como regalo de cumpleaños ir a ver la penúltima de Woody Allen: Día de lluvia en Nueva York. Nos pareció maravillosa. Obstaculizar la grandeza artística de este director, ya octogenario, me parece un atentado contra la felicidad que nos aporta nuestra cita anual con él. Maldito sea el nuevo macartismo, el de derechas y el de izquierdas, incluso el que se dice liberal. No comparto que estemos ante un filme agradable y liviano. 

Es la sutil obra mayor de alguien que sabe acerca de los cobertizos invisibles del amor y el dolor. La madre le dice al protagonista: «Ahora tú y yo vamos a hablar de la verdad». Y está suena como una bella canción en su ánimo nublado, y en el nuestro. Gracias a Dios, los ateos como él tienen un ángel de la guarda y ya ha rodado otra, esta vez en España. Según Harlan Howard para componer una canción country, música que amo desde chaval, bastan «tres acordes y la verdad». Y con tan atinado aserto, en el que no hay desdén alguno, pues él compuso grandes canciones en este género, sino sabiduría contable ha titulado Van Morrison su último disco: Three chords and the truth. 

Por supuesto, la afirmación conlleva una paradoja, pues lo sencillo es lo más difícil. ¿Las películas de Allen también se ajustan a tal fórmula? Sí, claro. Pero en tres acordes de los suyos caben la orquesta de Louis Armstrong, la banda de Django, la sinfónica de Filadelfia y todo el cine clásico, incluido el camarote de los hermanos Marx… más la verdad, un pájaro solitario. Cuando salimos de la sala chispeaba, como un guiño cinéfilo. Bajo la lluvia cantó Gene Kelly. Viéndola caer, protegidos por un cobertizo, habían bailado antes Astaire y Rogers en Sombrero de Copa. Y bajo ella el personaje que interpreta Clint Eastwood en Los puentes de Madison comprende que Francesca no se irá con él. Quizá, también el columnismo consista en tres acordes —sujeto, verbo y predicado— más la verdad. Tan fácil, tan difícil. Y la conforman los hechos, con sótano y buhardilla. Llueve, ya escampará. Mientras, suena bella la banda sonora de la existencia. Y los cobertizos invisibles no cierran nunca. Gracias, Woody Allen. En la calle, en el cine, en la vida… tres acordes y la verdad.

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