Diario de León

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Quedé en una terraza de Santo Domingo con mi amigo Demetrio Fernández, oriundo de Villahibiera, filólogo, escritor e inspector de Educación, afincando en Madrid. Tiene ya concluida, tras cinco años de trabajo, su novela sobre Walter Benjamín, el filósofo alemán y judío, quien se suicidó -en Portbou (Cataluña)- agotado de huir de los nazis. Este leonés es un estudioso del punto de vista desde el que una historia es contada al lector, como ya demostró con su excelente Sinfonía de Praga. Nos vemos muy poco, pero lo nuestro es un grato decíamos ayer. Con tacto socarrón, me sugiere que no me defina de «juglar de columnas», pues los juglares cantaban composiciones ajenas y entre acrobacias. «Eres un trovador, tus textos los escribes tú». Se lo agradecí, pero lo cierto que ya solo canto en la ducha y ya solo suspiro «ay mísero de mí, ay infelice» cuando mi mujer no me deja picar a deshoras. Estoy deseando leer su nueva novela. Construye sus ficciones -¿lo son?- como el ingeniero sus puentes, más el río de la vida. Promete, palabra de juglar-trovador de columnas.

Como él había quedado después y allí mismo con el escultor Amancio González, villahibierense y también amigo mío, me sumé a su cita. La conversación giró sobre las expectativas que ponemos en la difusión de nuestras obras. Amancio nos contó que no piensa en ello durante el proceso de creación. Demetrio le preguntó si haría una escultura sabiendo que no iba venderla, y contestó: «Sí, tengo piezas que no he vendido». Di mi opinión: «Una novela suele conllevar un proceso más largo que el de una escultura, aunque no siempre. Dicho esto, creo que el ensayo que estoy ultimando lo escribiría igualmente si lo supiese sin salida editorial, pues ya la tiene para mí». Siempre podré utilizar el manuscrito para calzar la pata del piano, ese que no tengo.

No teníamos solemne la mañana, solo éramos tres amigos celebrando su reencuentro. Demetrio propuso que nos hiciéramos una fotografía en la Negrilla, la escultura de Amancio. Y nos la hicimos. Entonces, apareció el gran Maxi Cañón con su ternura invencible, convertida en humor. ¿Se puede pedir más? Carpe diem, lector, los inviernos son muy largos. Ah, los libros. Ah, el arte. Ah, la amistad.

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