Diario de León

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La Biblioteca Pública de León vuelve a ser ese 7º de Caballería que nos auxilia en nuestro ocio y en nuestras documentaciones. Con el confinamiento he echado mucho de menos su corneta fordiana. Desde ayer, ha retomado su actividad, de acuerdo a las nuevas directrices sanitarias. De nuevo, volverá a salvar mi caballera, con sus excelentes fondos de libros, películas y música. Por cierto, Clint Eastwood cumplió el domingo 90 años. De niño vi La muerte tenía un precio en un cine de verano de Pelayos de la Presa, pueblín madrileño, donde la clasificación «mayores de 18 años» se entendía algo así como y diez menos en Canarias. Los rollos estaban cambiados, por lo que fue proyectado primero el último, luego el primero y finalmente el del medio, caos que puede explicar por qué sería después un adolescente surrealista. A lo que iba, la Biblioteca oferta ya su servicio de «préstamo bajo demanda». Comodidad para nosotros y -barrunto- alta ingeniería para ellos. Rellené en casa un formulario con mis peticiones y lo remetí por correo electrónico. Pasaré a recogerlos cuando me digan. Supongo que saldrá a dármelos el robot de «Ultimátum a la tierra» o el ectoplasma de Cervantes. Eficaces y serviciales, como siempre. Ya he contado aquí que mi mujer es muy de novela negra, si antes de apagar la luz no lee sobre crímenes luego duerme mal. Es en lo único que coincide con Al Capone, aparte de que a ambos les guste Tony Bennett.

Sigo empecinado en no córtame el pelo hasta que pasemos a la fase 3. Mi mujer dice que la melena me favorece, pero ¿cómo sabe ahora que soy aquel con el que se casó? Debajo de mi pelambrera puede estar cualquiera, salvo Paquirrín.

No es por chivarme, pero observo que muchos leoneses incumplen las normas de la debida distancia. Y lo hacen farrucos, como si el virus fuese de Valladolid y para que les contagie fuesen necesarios más Quiñones. Entiendo que Ordoño II eche de menos dar espadazos. Y que el sultán de Turulustán lleve mal que solo le dejen pasear a la vez con 9 de sus 3.000 esposas. Pero aún la prudencia no es opcional, sino obligatoria. Algunos la incumplen y luego reclaman que se juzgue a Fernando Simón por negligente. País. Gracias, Biblioteca. Felicidades, Clint.

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