Diario de León

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Arsenio Lope pasó unos años en León, pero no de puntillas. Este político socialista dejó surco, que es mucho más que huella. Y sigue hoy con recto caminar, que es mucho más que caminar erguido. El ayuntamiento alcalaíno acaba de iniciar el expediente para concederle la medalla de oro de la ciudad, distinción que solo tienen don Juan Carlos y la Universidad de Alcalá. Él mismo fue alcalde de su ciudad, de 1983 a 1987. Con nosotros, fue gobernador civil, desde 1988 a 1990. Gran cervantista, en su juventud jugó en un equipo de baloncesto de cuyo nombre sí quiero acordarme: el Real Madrid. A mí me da que ese juego limpio suyo en la cancha política lo trajo ya aprendido de casa. Por eso, en su Cisneros. La gloria del Trono (Reino de Cordelia) fue capaz de hacer una brillante defensa de los méritos del cardenal, sin por ello obviar sus defectos. Esto, que parece una obviedad, no es muy frecuente en el mundo académico, pero tampoco en política. Los hombres y las mujeres ecuánimes deben ser los pilares de la democracia.

Lope Huerta es culto, no solo porque estudió sino porque nunca ha dejado de estudiar. Sancho no lo era y gobernó con sabia ecuanimidad, pero es que era quijotista y también de dicho equipo de cuyo nombre sí quiero acordarme. Con la medalla de oro, la ciudad de Alcalá honra no solo a un hijo sino a un estilo cervantino de conducta, en el que la humanidad es compatible con el humor más noble, el rigor con la claridad.

No se me olvidará nunca aquel paseo en el que Arsenio y Pilar me fueron contando sin dramatismos, pero también sin llamar ventas a los castillos, los periplos familiares con las enfermedades. Pilar es hija del excelente pintor Manuel Revilla. Por cierto, el sutil arte de la pincelada afectiva también se aprende en casa. El toque. Esta familia lo tiene. Me bastó un paseo para percibirlo.

Una ciudad que honra a los suyos se honra a sí misma. Alcalá lo hace. Pero Arsenio es también un leonés de allí. Sería estupendo que los organizadores de nuestras jornadas cervantinas contasen con él. Cumple en sus ensayos y en el trato personal con esa recomendación de Maese Pedro: «llaneza, muchacho, no te encumbres que toda afectación es mala». Gran político, mejor persona.

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