Diario de León

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Casi dan ganas de pasar una temporadina a la sombra, aunque sea en la ficción. Con estos calores no hay quien duerma. Por ello, dime qué libros tienes en tu mesita de noche y te diré quién eres. En la mía tengo una docena, todos ellos ensayos cervantinos o sobre el Siglo de Oro. En fin, no soy muy de ciencia ficción. Sea como sea, hay que estar preparado para las noches de agosto, que amenazan con ser como las de julio pero aún más mordedoras. Se acabó ya aquello de caer frito a la primera. Y una vez en la cama no vas a estar yendo y viendo a por un libro. Mejor tenerlos a mano. Lo bueno que tiene el ensayo es que los puedes simultanear. En cambio, mi mujer lee novelas negras de una en una, no se le vayan a mezclar los sospechosos. «El asesino es el mayordomo», le digo cada noche. «Al final, Alonso Quijano muere», me responde. En la mesilla tengo también una libreta en la que apunto tareas para el día siguiente, del tipo llamar a Jennifer López o anular cena con Trump. También, anoto ideas para la columna. Lo malo es descifrarlas después. Ayer escribí en ella: «corbata, cataplines, tigre». Y he pasado la mañana dándole vueltas a qué quise decirme. Por fin, resolví el misterio: si hoy irrumpe un tigre en mi salón, no se me pueden poner los cataplines de corbata. Pedro Sánchez pide que dejemos de llevarlas, para ahorrar energía. El día que explicaron esa parte en clase quizá hice novillos, no me suena. En fin, las ideas nocturnas han de pasar la criba de la mañana. Y esta no la pasa, por demasiado pintoresca. Lo de la corbata, no lo del tigre.

Con este calor se siente uno como el doctor Zhivago cuando fue destinado a Sevilla y nadie le había avisado que no trajese puesto el abrigo siberiano. Pero los ecologistas sí nos lo llevan advitiendo desde hace mucho. Acertaron. La temperatura es la extrema, no el ecologismo. Los dinosaurios no hicieron nada para que les llovieran meteoritos.

Por cierto, este agosto me apetece mucho volver a leer Doctor Zhivago. Solo recuerdo que me gustó aún más que la película. «¿En la novela suena también el tema de Lara?», me preguntará mi lector melómano. Pues claro, y sale Omar Scharif. Creo que además voy llevarme a la mesilla La sombra del ciprés es alargada, de Delibes. ¡Uff!

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