Diario de León

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Pedro Sánchez, que preside un Gobierno del que forman parte dos ministros comunistas y otros dos son miembros de Podemos, partido de extrema izquierda, alerta sobre el riesgo —que según él— supondría la formación en Madrid de un «gobierno de Colón». Una insidia que alude a qué en función del resultado de las elecciones del 4-M el PP podría necesitar el apoyo de Vox.

Para Sánchez, en el panorama político, la única formación extremista es la de Santiago Abascal. La extrema derecha. No repara, mejor dicho, no le conviene recordar que él llegó a la Presidencia del Gobierno y se mantiene en La Moncloa gracias a los votos de varios partidos de extrema izquierda. Estamos ante un caso de cinismo de libro. De ceguera voluntaria como base de un relato que cambiaría sobre la marcha si las circunstancias así lo aconsejaran en aras de preservar el poder. En su pensamiento de geometría variable —hoy es hoy, mañana ya veremos—, Sánchez ha dado muestras de precocidad. Hace un mes en el Congreso, el PP, ERC y Ciudadanos votaron en contra de autorizar al Gobierno a administrar de manera arbitraria los fondos de la ayuda europea. Vox se abstuvo. Aquél día Sánchez trató con cortesía parlamentaria a los seguidores de Abascal. Sánchez es así. Es dudoso que crea en algo. El suyo es un izquierdismo instrumental que podría mutar a un centro izquierda de escaparate sí así lo recomendaran las circunstancias y pactar con lo que queda de Ciudadanos sirviera a sus intereses.

Pero, por el camino intenta acomplejar a Pablo Casado y al PP colgándoles el sambenito del abrazo con Vox. Mientras tanto él sigue del brazo de Podemos y cortejando a Esquerra Republicana pese a sus renovadas proclamas separatistas. El suyo es un cinismo volteriano. El objetivo político está claro: acomplejar al Partido Popular presentando como un estigma los pactos con Vox. Nada dice, claro, de sus pactos con Podemos que es la extrema izquierda.

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