Diario de León

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Los políticos, salvo excepciones, no decepcionan. Van a lo suyo. En vez de luchar contra el coronavirus pierden tiempo intentando colar el relato —o los fallos del contrario— en la lucha contra la pandemia. Para contrarrestar las críticas de la oposición por el último fiasco —los test comprados en China que carecían de homologación y daban falsos negativos—, los portavoces del PSOE y los de Podemos insisten en que las carencias de material sanitario se deben a los recortes del PP cuando gobernaba la Comunidad de Madrid. Para explicar la expansión de los contagios en Cataluña, la segunda comunidad en número de infectados y en la que nunca han gobernado los populares, nada dicen o no tienen una explicación «política». Otro tanto podría decirse del caso de los contagiados en el País Vasco. Los seres humanos tenemos tendencia a creer aquello que nos conviene.

En el caso de los test chinos no homologados todo hace pensar que Sanidad, por decirlo coloquialmente, «se la han colado». Aprovechándose de la urgencia y de la falta de experiencia de un ministerio cuyas competencias estaban transferidas a la comunidades hasta que llegó el estado de emergencia. Cargar contra el ministro Salvador Illa y su equipo por incompetentes, es una opción, pero no mejora lo que en estos momentos es esencial: luchar todos contra el virus que es el enemigo invisible que está matando a miles de personas. Leemos que la Generalitat valenciana gracias a sus contactos en China ha conseguido que llegaran partidas de material sanitarios correctamente homologadas y sorprende que esos contactos y esa experiencia no haya sido puesta a disposición del conjunto de los españoles. Seguimos en la filosofía de las taifas. Ante una amenaza tan letal como el coronavirus, lo lógico habría sido actuar de otra manera. No polemizar entre instituciones. Para enfrentar la crisis el Gobierno debería haber actuado con humildad y verdad. Verdad para admitir el retraso en tomar conciencia de la crisis que se nos venía encima y humildad. Humildad para reconocer el error cometido al animar a participar en las marchas del 8-M y al no prohibir otros actos multitudinarios. Y dada la magnitud de la tragedia, a unos y a otros: equidad. Porque estamos en lo de siempre: en buscar culpables. Actitud que complica y retrasa la búsqueda de soluciones.

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