Diario de León

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Tardará en olvidarse el penoso espectáculo de humillación aceptada que protagonizó la ministra de Igualdad, Irene Montero, al permanecer muda ante las preguntas de los periodistas que cubrían la rueda de prensa posterior al último Consejo de Ministro. La otrora locuaz activista de Unidas Podemos permanecía callada a resultas de un vergonzoso ataque de afasia por conveniencia política. Estaba muda porque su compañera Isabel Rodríguez, ministra Portavoz, no quería que contestara a preguntas relacionadas con la masacre de emigrantes que intentaron saltar la valla de Melilla en la zona de Nador. Hacía tiempo que no asistíamos a un episodio de sumisión política tan denigrante.

Para quien llegó al Gobierno con un discurso en el que reclamaba la palabra en defensa de los más vulnerables resulta que a las primeras de cambio la callan y lo acepta sin otra reacción que un silencio que resultó patético. ¿No tenía nada que decir ante semejante brutalidad contra la que se han levando voces hasta en las Naciones Unidas? Que en relación con la masacre de la frontera de Melilla desde Podemos se hayan limitado a pedir que comparezca el presidente Sánchez para dar una explicación acerca de lo ocurrido, suena a claudicación. Mucho megáfono y escraches cuando gobernaba el PP y había devoluciones en «caliente» y ahora miran hacia otra parte pese a que estamos ante un hecho que remueve la conciencia: la muerte de más de treinta personas como resultado de una violencia policial desmedida.

A Pedro Sánchez la pareció que había sido un asunto «bien resuelto». Ahora dice que no había visto las imágenes pero sigue defendiendo la actuación de los gendarmes marroquíes. Podemos viene demostrando que sus ministros han entrado en una fase en la que lo único que les interesa —y defienden, incluso al precio del ridículo— es el poder. Las poltronas. Ya forman parte de la «casta» que tanto criticaban. Sí para mantener los privilegios hay que pasar por una humillación como a la que fue sometida Irene Montero, pues se asume y punto. Patético.

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