Diario de León

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Siempre se ha dicho que la paciencia es una virtud revolucionaria, pero en según qué contextos políticos es razonable dudar de la capacidad transformadora de la espera. Sería el caso de la España actual desde la perspectiva de un votante conservador. A corto plazo, dada la fragmentación de las opciones de derechas, la posibilidad de desbancar a la izquierda —que acredita máxima capacidad para adaptarse a las circunstancias asumiendo contradicciones y aglutinándose cuando se trata de alcanzar o de conservar el poder—, es prácticamente nula.

De hecho, esa dispersión es la mejor baza con la que cuenta Pedro Sánchez, que ha demostrado una notable falta tanto de memoria como de escrúpulos a la hora pactar con quien sea y lo que sea. Puede gobernar en coalición con Podemos, incluir en su agenda la Mesa que le exigen los partidos separatistas catalanes y al tiempo intentar engatusar a Ciudadanos para conseguir que Inés Arrimadas aparezca en la foto de los Presupuestos. Imagen que necesita para presentar en Bruselas como prueba de que no encabeza un Ejecutivo radical. La pandemia puso a prueba al Gobierno de coalición —cincuenta mil muertos, un tercio oficialmente sin contar— pero la mala gestión no le ha pasado a Sánchez la factura que esperaba la oposición. De hecho hubo un momento en vísperas del final del confinamiento que pareció que el desgaste podría tener consecuencias políticas.

No fue así. Ni hubo crisis de Gobierno ni se la espera aunque es posible que Sánchez aproveche el momento para reemplazar a Manuel Castells, el ministro de Universidades que lleva meses desaparecido. Al ser cuota de Podemos cabe suponer que Pablo Iglesias pedirá que se mantenga el equilibrio en el reparto. Pero la cosa no irá mucho más allá y seguirá Isabel Celaá, ministra de Educación, pese a ser responsable de la confusión con la que se presenta la apertura del curso escolar.

En la teatral puesta en escena de la Casa de América rodeado de empresarios y directivos del Ibex 35, a su manera, Sánchez cortó el hilo que le unía a la responsabilidad por la mala gestión de la pandemia. Ahora, como sí una amenaza que acecha al conjunto de los españoles no concerniera al Gobierno de España, les ha endosado la tarea a las CCAA. Antes de asociarse con Podemos, la idea de tener cerca a Pablo Iglesias le quitaba el sueño. Ahora lo que permite a Sánchez dormir a pierna suelta es la desunión de los partidos del centro y la derecha. Duerme tranquilo porque sabe que a Pablo Casado le espera una larga marcha.

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