Diario de León

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Hay disparates que no deberían pasarse por alto. El último lleva el sello y la palabra de Carmen Calvo vicepresidenta del Gobierno. Mala perdedora, resentida por la abrumadora derrota sufrida por el PSOE ha dejado para las hemerotecas una frase que pasará a formar parte de la antología del rencor que suscita la derrota en quienes tienen mal perder: «Hay quien nos dijo que a veces el fascismo aparece con la bandera de la libertad. Con la libertad de quienes pensaron que la limpieza que debían hacer en Europa llevaba a asesinar en los campos de concentración». Con su retorcida sintaxis ha ofendido llamándoles nazis a los cientos de miles de ciudadanos que votaron a Ayuso candidata del PP que, entre otros lemas, concurrió a las elecciones con un eslogan «libertad». Calvo todavía no se ha disculpado. Su visión sectaria de la política —que la descalifica para estar la vida pública— la ciega hasta el punto de no querer ver que, entre otros componentes, el voto a Ayuso incluía una dosis muy elevada de rechazo a la forma de gobernar de Pedro Sánchez. Ha sido un voto de castigo a su Gobierno, a la mala gestión de la pandemia y a las alianzas con Podemos y los separatistas. Basta con ver que el repudio a Pablo Iglesias ha sido tan aplastante que le ha sacado del terreno de juego.

Del despecho que habla por boca de Calvo y de su ceguera se ha contagiado la dirección del PSOE que en su ejecutiva fue incapaz de asumir ninguna responsabilidad por los errores de estrategia. Nadie se atrevió a decirle a Pedro Sánchez que era él quien había perdido las elecciones y no el pobre Angel Gabilondo, que con su forzada renuncia cierra en falso la crisis que arrastra el PSOE.

En vez de insultar a quienes no les han votado deberían preguntarse por qué Fernando Savater y Félix de Azúa decidieron votar a Isabel Díaz Ayuso mientras que ellos paseaban a su candidato con Jorge Javier Vázquez.

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