Diario de León

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No por esperado el dato es menos preocupante: en el primer trimestre del año el PIB (Producto Interior Bruto) experimentó una caída del 5,2%. Es el mayor desplome en la secuencia histórica que mide las oscilaciones de la economía del país. Hasta ahora la mayor caída se había producido a principios de 2009 cuando el PIB cayó un 2,6%. La caída refleja la ausencia de actividad en los quince últimos días del mes de marzo tras la declaración del estado de Alarma y a luz de este dato los expertos calculan que con ser malo todavía será peor al desplome previsto para el segundo trimestre. Se habla de hasta un 20%.

El panorama no puede ser más desolador pues así que a finales de septiembre decaigan los ertes la cifra del paro podría rondar los seis millones de desempleados. A nadie se le ocultan las tensiones sociales y políticas que puede provocar una crisis económica de semejante calado. Tensiones que aunque gobierne la izquierda, ni las afinidades con los sindicatos ni las complicidades de sus terminales mediáticas podrán evitar que tengan una plasmación en manifestaciones y movilizaciones de trabajadores a la vista del cierre de sus empresas. Lo hemos visto ya en Cataluña con los obreros de la factoría automovilística Nissan y en Galicia con los de la fábrica de aluminio Alcoa. Por decirlo a la manera clásica, se prevé un otoño caliente

Un otoño del que avizoramos perfiles para estar más que preocupados aunque nuestros gobernantes confían en la ayuda europea. Me refiero al Plan de Recuperación para Europa destinado a paliar los efectos devastadores de la pandemia en los diversos sectores productivos. A mediados de julio está prevista en Bruselas una cumbre de presidentes para aprobar el plan y sus condiciones. Está en el telar un presupuesto a largo plazo de 1,1 billones de euros para los próximos siete años (2021-2027) y, 750.000 millones de euros más, en lo que en el argot de Bruselas se denomina un «refuerzo temporal». Hay una tercera partida por valor de 540.000 millones de euros ya aprobada para apoyar a los países, los trabajadores y las empresas. España e Italia y también, en menor medida, Francia, se juegan mucho en ésa cumbre porque quien presta dinero acostumbra a poner condiciones. Con todo, ¡Bendita Unión Europea¡ porque sí España no formara parte de ella, en la actual situación, no podríamos evitar el hundimiento.

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