Diario de León

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Dice el saber popular que donde no hay harina, todo es mohína. O ceguera, podría añadirse a la vista de cómo están reaccionando —lo de reaccionar, es un decir— las direcciones de las dos formaciones Ciudadanos y Partido Popular que resultaron abrasados en las elecciones celebradas en Cataluña.

En el caso de Ciudadanos, que ha pasado de ser el primer partido a perder un millón de votos y treinta escaños, la conclusión de su presidenta, Inés Arrimadas, ha sido endosarle la culpa a la abstención. A los votantes del partido naranja que se quedaron en casa, cosa que no sucedió con los del PSC o los de Vox, por poner sólo dos ejemplos. No quiere saber que los votantes que en 2017 le dieron la victoria a Ciudadanos en estos tres años se han dado cuenta de que se equivocaron al depositar su confianza en manos de quienes no supieron qué hacer con aquel poder político delegado.

Otro tanto sucedió, después, en el plano nacional, cuando víctima del mal de altura Albert Rivera creyó que era el más listo de la clase y se equivocó ofreciendo a Pedro Sánchez la coartada falsaria para acabar encamándose con Podemos.

De ahí vienen todos los males que afligen a lo que queda de Ciudadanos. Los votantes centristas han visto que un día Ciudadanos se acostaba socialdemócrata y al siguiente se despertaba liberal.

Rivera se fue pero Arrimadas se quedó al mando, impasible ante la sangría de bajas que provocaba la errática conducción del partido. Pactaba con el Partido Popular en las comunidades autónomas al tiempo que se ofrecía a salvar a Sánchez de algunos malos tragos parlamentarios.

Habla muy bien pero según dicen algunos de sus compañeros, escucha poco. Por eso se rodea de quienes le dan la razón. Haber perdido un millón de votantes en Cataluña debería abrir a un debate capaz de analizar las causas políticas y depurar las responsabilidades personales.

Hacer como que no ha pasada nada; adoptar la táctica del avestruz esperando que escampen las críticas es entrar en un senda de perdición que puede conducir a la total desaparición del partido.

Ya lo hemos visto antes. Sucedió con UPyD. También en aquél caso por el exceso de «hybris» de quien estaba al timón.

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