Diario de León

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Toda España es una encuesta. Las que se conocen y las que se guardan en la manga los diversos poderes. Las del CIS y las otras, a su vez de muy variado pelaje. Quienes han de estudiarlas todas y sacar conclusiones llegan apenas a una unánime: el desconcierto de los españoles ante una situación que nunca antes habían vivido es mayúsculo. La protesta contra la falta de transparencia a todos los niveles, casi unánime. Y el temor a un futuro que se concretará ya en septiembre con casi toda su crudeza, enormemente mayoritario.

Los españoles desconfían de sus representantes, y de ahí no pocas actitudes de ‘rebeldía’ incluso frente al Covid-19. Apoyan, no por una abrumadora mayoría precisamente, a la Monarquía sobre la República, pero, si se para usted a mirar las cosas detenidamente, no son ni republicanos ni monárquicos. Son, los que lo son, ‘felipistas’, de Felipe VI, como antes eran, en mayor medida, ‘juancarlistas’. Y los jóvenes ‘pasan muy mucho’ de estas disquisiciones: la forma del Estado no es algo que les preocupe grandemente, muestran los sondeos.

Los sondeos que me cuentan, que no han llegado a las páginas de los periódicos, muestran que la causa monárquica ha sufrido un revés con la rocambolesca operación, no explicada por sus protagonistas, de la marcha de Juan Carlos I a destino conocido pero no revelado oficialmente. Otro dislate más. Yo confío en que llegue el momento de las explicaciones ‘desde arriba’, y eso incluye al propio Felipe VI, cuyo mutismo es peligroso, comenzando por él mismo, entiendo.

Una lectura política del conjunto de encuestas, variopintas pero coincidentes en cuestiones fundamentales, muestra que la habitual indiferencia de los españoles hacia la cosa pública va dejando paso a un posible estallido anímico de rabia: hay conciencia de que quizá no estemos en buenas manos, y no me refiero solamente al Gobierno bifronte. Creo que es suicida mantener todo, Gobierno, actitudes, hermetismos, incompetencias, como si nada estuviese ocurriendo en este país asustado por los rebrotes, por la inmensa crisis económica, por las locuras de Torra, por la atonía de los poderes de Montesquieu. Todo puede ser peor en septiembre y no me parece que con estos hilos desgastados por siete meses —ahora se cumplen— de gobernación desmadrada se esté tejiendo una red lo suficientemente fuerte para evitarnos caer al abismo. ¿Qué más tiene que ocurrir para que lo entiendan?

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