Diario de León

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Constato que a Alberto Núñez Feijóo le convienen los discursos en los momentos importantes. Recuerdo el suyo cuando el congreso del PP le hizo presidente, en abril. Fue un manifiesto de moderación y de oposición razonable a un Gobierno tan atípico como el de Pedro Sánchez. Ahora, con Sánchez parlamentariamente crecido y con el PP haciendo equilibrios entre las ‘líneas Díaz Ayuso y Moreno Bonilla’, Feijóo tiene la oportunidad de inaugurar su curso político este sábado en Cotobade con una proclama ‘de estadista’ que marque la línea que piensa seguir en lo que resta de Legislatura. El presidente del PP y líder de la oposición necesita marcar, me dicen, un ‘perfil Macron’: ya no es, no será nunca más, el presidente de Galicia. Ahora es el aspirante a habitar en La Moncloa, en lugar de Sánchez, en la cuarta potencia de la UE.

Tiene Feijóo, en los próximos días, varias ocasiones de trazar una línea unívoca, que haga que sus adversarios —desde el Gobierno no pierden una sola ocasión de zaherirle— dejen de incidir en las contradicciones entre la posición ‘dura’ de la presidenta madrileña, Ayuso, y la patentemente moderada del presidente andaluz, Bonilla. Además de su discurso en Cerdedo-Cotobade, protagonizará un ‘macroencuentro’ de Europa Press el lunes y comparecerá el martes en el Senado para medirse dialécticamente con Sánchez. Las encuestas favorecen, por el momento, a Feijoo. La vida parlamentaria favorece, en cambio, a Sánchez, que ha logrado aprobar ampliamente, con su ‘mayoría de investidura’, o sea, Frankenstein, el decreto sobre ahorro energético, la ley de Ciencia, la del ‘sí es sí’, la normativa concursal...

Si esta mayoría de apoyos al Gobierno se mantiene durante toda la legislatura, más la forzosa ausencia de Feijóo de los debates de la Cámara Baja, Sánchez tendrá controlado el Legislativo, que habría de ser, aunque no lo sea del todo, el arquitrabe de la democracia. Para colmo, la representación parlamentaria de Ciudadanos, en pleno intento de refundación, se presenta muy coyuntural y provisional: no parece que vaya a repetir los resultados de las elecciones de 2019, y eso, claro, beneficia electoralmente al PP. La batalla en el otro poder clásico, el judicial, se extenderá, previsiblemente, todavía unos meses: ya se ve que no hay diálogo fácil entre Sánchez y Núñez Feijóo, y los múltiples ataques de los ministros contra el presidente del PP no van a allanar precisamente el camino de un acuerdo, por otra parte cada día más reclamado por numerosos sectores e incluso por Europa.

Digan lo que digan las encuestas, algunas no tan fiables, Feijóo no lo tiene fácil: sigue padeciendo el aliento de Vox en la nuca (cada vez parece más débil ese aliento, es la verdad) y no tiene garantizado arrasar, aunque sí ganar globalmente, en las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Dar a Sánchez como seguro perdedor es olvidar la historia reciente, cuando muchos dijeron (dijimos), aquel otoño de 2016, que «Pedro Sánchez está muerto y él no lo sabe». No solo no está muerto, sino que tiene un par de citas internacionales importantes y rentables: su probable designación al frente de la internacional Socialista y el ejercicio de la presidencia de la UE, donde le adoran, en el segundo semestre del año próximo, o sea, inmediatamente antes de la carrera a las urnas. Un papel internacional que Feijóo no puede, lógicamente, ejercer de modo comparable.

Bueno, lo dicho: atentos al posible ‘feijoazo’, el ‘Macron de Cotobade’, como pelotea alguno de los suyos. Dentro de unas horas, con un país aprensivo ante su futuro inmediato en una Europa más que pesimista ante los próximos meses, Feijóo puede empezar a consolidarse como alternativa al máximo poder político en España. O, tempos galaicos, habrá de aguardar otra oportunidad de brillar, y ciertamente no hay muchas.

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