Diario de León

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Qué tienen que ver la conmemoración de la fiesta nacional este 12 de octubre, un parto y Europa? Pues más de lo que parece. Porque la jornada ‘festiva’ -en realidad, en esta ocasión la cosa está para pocas juergas- tiene lugar el día antes de que este Gobierno cumpla sus primeros nueve meses de vida, todo un parto, ocasión que se suele festejar en las familias bien avenidas, lo que no sé si puede asegurarse de este Ejecutivo. Y es Europa, a la que este jueves enviará Sánchez su plan de ‘reconstrucción’ y mejora del país, quien va a pagar toda esta fiesta. O como queramos llamarlo.

Apenas queda un solo periódico afecto al independentismo catalán que no arremeta contra la propia esencia y la historia de la que se considera la jornada de la fiesta nacional. Jamás, que yo recuerde, incluso cuando esta jornada tenía denominaciones que hoy son consideradas altamente heterodoxas -día de la raza, día de la Hispanidad-, se habrá celebrado un 12 de octubre más desangelado, en medio de un mayor pesimismo e indiferencia. Y, claro, con más de cinco millones de españoles casi recluidos tras la mayor, más absurda y menos comprensible bronca política de la que tenemos memoria. Una conmemoración, en suma, deslucida, atacada por quienes quisieran desmembrar el Estado y, por tanto, el propio concepto de ‘nacional’, y en la que el Rey tendrá que hacer -nuevamente- de tripas corazón para sobrenadar en medio del oleaje.

No me atrevo a culpar del todo de esta situación a la pandemia, que sin duda algo está contribuyendo a horadar la alegría de un país que era festivo, algo jaranero, por antonomasia. Ni tampoco por completo al Gobierno, que, en estos nueve meses -tomó posesión el 13 de enero- , ha mantenido una trayectoria cuando menos irregular, oscilante, distanciándose de la ciudadanía. Y que me parece que alberga en su seno una parte de la coalición muy escasamente afecta a lo que significa el 12 de octubre, aunque tampoco creo que el sector encabezado por Sánchez rezume entusiasmo por los fastos que, antes, desde el palacio de Oriente y con el desfile militar, acompañaban a la jornada. Poco que ver con la celebración del día nacional en otros países occidentales, mucho más estables territorial, política, social e institucionalmente que esta España que habitamos ahora. No están los tiempos, no, para demasiadas recepciones palaciegas ni para muchos desfiles.

Ignoro cuánto acabará ayudando Europa a que salgamos de esta suerte de postración, que hace que algunos comentaristas, extremando los términos casi la equiparen a un riesgo de Estado fallido.

Y es que, pese a que las circunstancias no acompañan, el espíritu festivalero, del ‘panem et circenses’, se mantiene. Al menos en La Moncloa, digo.

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