Diario de León

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Ya sé que no está de moda decir que nuestros políticos, al fin y al cabo, no son tan malos como los italianos, o incluso que es mejor tener a Pedro Sánchez como primer ministro que, por ejemplo, a Boris Johnson. Pero creo que la relativa proximidad de las que acaso vayan a ser las elecciones que asienten nuestra democracia de nuevo en un bipartidismo imperfecto está provocando un auténtico terremoto en eso que ha dado en llamarse nuestra ‘clase política’. Se están reparando errores, surgen nuevas figuras o se potencian personalidades estimables y desaparecen algunas gentes que, simplemente, no funcionaban o que eran claramente un desastre.

Porque no me diga usted que la designación —porque eso es— de María Jesús Montero, ministra de Hacienda desde hace cuatro años, una de las pocas supervivientes de los ‘primeros tiempos’ de Sánchez, como ‘número dos’ del PSOE no es un paso adelante en relación con Adriana Lastra, cuya trayectoria voy a abstenerme de calificar aquí: no tengo tiempo ni ganas. Y me parece que tampoco hay duda: el hecho de que un veterano curtido en mil difíciles batallas como Patxi López, que ha sido lehendakari y presidente del Congreso, se vaya a ocupar de la portavocía parlamentaria es una clara superación de la situación de postración representada por el portavoz al que sustituye, buena gente sin duda, pero sin la personalidad y el peso necesarios en el puesto.

Así que creo que hay que admitir que lo que ha hecho Sánchez es potenciar el partido, a base de identificarlo cada vez más con el Consejo de Ministros, enmendando los errores de aquel 40 congreso socialista, que parece muy lejano, pero que se celebró en Valencia hace apenas nueve meses. El propio Santos Cerdán, que parece que permanece como secretario de Organización, queda anegado por la irrupción de ‘los nuevos’, con ‘supermontero’ al frente. Y supongo que algo ocurrirá también con el deficiente ‘aparato de comunicación’ del PSOE, aunque, claro, no solo de mera comunicación vive un partido: Pilar Alegría cambiará, supongo, muchos comportamientos en este terreno.

Quiero hoy, ante un cónclave socialista que debería hacer algo más que cambiar rostros, mostrarme optimista en el sentido de que no se repitan muchas cosas ocurridas en estos años oprobiosos, en los que las ambiciones personales, la cerrazón a todo diálogo y pacto, el ejercicio de una política testicular y autoritaria, fueron la tónica. Me pregunto si estaremos aprendiendo algo. Y, por cierto, hablando de valores políticos, me sigue sobrando una ‘minimontero’ en este Gobierno, en el que espero que ‘supermontero’ siga. ¿Para cuándo otro paso decisivo de Sánchez?

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