Diario de León

El espacio infantil, lo que el viento se llevó

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Llevamos un mes y medio confinados por la pandemia del Covid-19 y pronto las consecuencias se comenzarán a notar en el nivel físico y psíquico de las personas. Este tiempo y espacio son irrecuperables, el viento se los llevó. El confinamiento supone una ruptura en el tiempo tanto a nivel individual como social. El espacio y el tiempo son los ejes de las actividades cotidianas y de comunicación con el entorno además son dos conceptos abstractos. El espacio supone una relación con los elementos del medio físico que abarca a la producción, la comunicación y la socialización. Así encontramos una correlación directa entre el espacio y el poder del que el espacio es un marco con relación directamente proporcional entre el primero y el segundo: a mayor poder se disfruta de mayor espacio. Hay tres tipos de espacio muy citados: el espacio cotidiano, el espacio doméstico y el espacio privado. El primero es el espacio que se habita diariamente, la calle, el trabajo, donde nos desarrollamos diariamente; el espacio doméstico es el referido a la vivienda, el hábitat de una familia; el espacio privado es el compartido por un grupo de personas más amplio amigos, relaciones, etc.. Con el confinamiento se han restringido los tres, pero de forma más acentuada el espacio cotidiano. Con respecto a los niños, hemos sido testigos de su empeño en pedir que les saque a la calle y su incomprensión de que ello no suceda cuando antes la salida era un momento habitual y alegre. Apuntábamos en otro artículo las desigualdades académicas que esta situación de confinamiento supone ya que a las desigualdades sociales (miembros de la familia en la casa) y espaciales (tamaño y tipo de vivienda) se une el diferente apoyo parental en casa en función del origen social del niño. Mientras algunos niños no van a sufrir en el plano académico, la mayoría sí van a sufrir una distorsión temporal y espacial que les traerá confusión y dificultades. A ello se une la tensión de los padres que tienen en casa la presencia de los niños y en muchos casos la del trabajo on line, impedido por los niños. Afortunadamente parece que a partir del domingo esta situación va a tener remedio, y los niños saldrán una hora después del desbarajuste del anuncio de la misma y de su corrección por parte del gobierno. Pero aunque los niños salgan una hora, deben permanecer 23 horas en casa.

Para los niños en esta situación parece que el tiempo se ha suspendido y el presente se hace más largo, ellos están cautivos en el ahora, pronto olvidan el pasado y no esperan el futuro. Todos nos encontramos en una especie de burbuja temporal que además no sabemos su final, aunque lo intuimos próximo. Esta incertidumbre es más larga para los pequeños cuya percepción del tiempo está más ligada a las emociones, a los momentos felices familiares, que ven que se eliminan y se alejan y eso les genera ansiedad. Además la ausencia de cosas que les gustan y que hacen que todas las mañanas sean iguales, que todos los días también y que no haya forma de salir de la monotonía puede terminar siendo amenazante. La noción del espacio y del tiempo se hace de forma empírica en la mente de los niños, de forma progresiva y vinculada a la maduración neuronal, a la motivación y al medio cultural en el que se desenvuelven. En una situación como la actual se les está hurtando parte de las referencias que constituyen la noción espacio-temporal, y si ello se da en un periodo largo retrasará la maduración esperada.

Uno de los mayores estudiosos de la estructura espacio-temporal infantil, Jean Piaget, estudio las dificultades de situación y de orientación en un espacio tridimensional. Descubrió que el espacio en el niño tiene cuatro niveles espaciales progresivos de menor a mayor: topológico, proyectivo, euclidiano y racional. Ellos son la referencia para la información espacial que abarca la orientación, la situación, el tamaño, las formas y la dirección. La exploración del espacio es una actividad vital, especialmente en las primeras edades y los niños lo hacen a medida que se relacionan con el medio. Si este medio, como ocurre ahora, es reducido, se priva al niño de una serie de experiencias enriquecedoras personales. Las rutinas espacio-temporales configuran la persona del niño y su progresivo conocimiento del mundo. La situación de los objetos entre la línea del suelo y la del cielo requiere estructuras mentales y conceptos básicos como arriba-abajo, dentro-fuera y grande-pequeño, todo va vinculado al espacio que van conociendo y ensanchando. Por ello es imprescindible establecer en la casa rutinas, horarios, tiempos que, reiterados, darán al niño cierto nivel de estabilidad y seguridad. Además vincular estas rutinas a espacios diferentes en la vivienda: el aseo en baño cercano al dormitorio, la sala o salón para la diversión en grupo, los deberes, el dormitorio para dormir y también para el estudio, la cocina o comedor para esos menesteres. Incluso poner una hoja con el horario en la puerta de la casa o de alguna habitación, ayudará al acatamiento a las normas y a distribuir ese tiempo detenido para que avance y tenga una perspectiva de final.

Por otra parte el confinamiento tiene incidencia en el desarrollo evolutivo de la inteligencia infantil. Al privar al niño de referentes externos al hogar se le priva de vocabulario extenso y no podemos olvidar la correlación directa existente entre las palabras que un niño conoce y su nivel de inteligencia medido por instrumentos específicos como el Peabody Vocabulary Test, los estudios de García Hoz, los de Berstein en los muelles de Londres, etc. No menos importante es la incidencia en la socialización al estar privados de sus iguales: los niños necesitan la referencia de otros, conocer su cuerpo, aprender su lenguaje, tocarse, hasta pelearse, defenderse, todo un desarrollo social que en el tiempo confinados se detiene inexorablemente. Aunque la capacidad de adaptación de los niños es enorme, la forma en que los adultos gestionen la situación será decisiva en lo referente a las carencias que la situación determina. Por las razones señaladas creemos que es adecuada la reciente medida de que los niños pongan fin al confinamiento y vuelvan a salir a la calle y a los parques. En todo caso quedan muchas horas en casa después de una hora fuera. Este tiempo lo podemos aprovechar para estar más tiempo con los pequeños, leerles historias fantásticas, hacer que ellos las inventen, tener fantasías como en la película, La alegría de vivir, modificar con creatividad los cuentos tradicionales inventando nuevos finales, etc. Que este espacio y tiempo que el viento se llevó traiga para los pequeños más amor, porque como decía Proust, amor es el espacio y el tiempo medido por el corazón.

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