Diario de León

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¡La pandemia, estúpido, es la pandemia! Hay que insistir en el ya muy utilizado lema de campaña sobre la economía que puso en marcha James Carville, asesor de Bill Clinton, en las elecciones presidenciales norteamericanas de 1992.

Sí, en este caso hay que referirse a la pandemia porque se ha superado la barrera de los tres millones de muertos en el mundo y porque no llegan a España y Europa las dosis necesarias de las vacunas para lograr la inmunización lo antes posible. Nos estamos perdiendo en debates estériles sobre la seguridad y los efectos secundarios de algunas vacunas, cuando los ciudadanos no tenemos ni la más remota idea de lo que estamos hablando. Si lo supiéramos, no consumiríamos casi ninguno de los medicamentos que tomamos habitualmente. Esos debates han sido provocados por decisiones políticas precipitadas, contradictorias e incoherentes, que perseguían principalmente proteger su propia imagen y sus intereses electorales.

Las dos superpotencias lo tienen claro y han centrado sus esfuerzos en vacunar lo antes posible a su población asegurando las vacunas necesarias. Los resultados en China, según nos cuentan, se pueden contabilizar: sin muertos y con una subida del 18,3% del PIB en el primer trimestre de este año 2021.

Aquí habría que incorporar las vacunas al lema de campaña. Son las vacunas las que mejor luchan contra el coronavirus y permiten una salud capaz de recuperar la economía y el empleo. Esa es la clave. Los científicos y las empresas farmacéuticas han logrado el milagro de crear en menos de un año vacunas capaces de neutralizar al virus y ahora el reto es que la cantidad de fabricación de dosis sea la que se necesita en todo el mundo. Aquí nos hemos atascado y cierta especulación ha ganado posiciones.

Hay países que han negociado antes y mejor que otros, sin importarles tanto el precio porque la propia reactivación económica va a cubrir los sobreprecios y va a ser más rentable que si la crisis continúa seis meses más con unos costes mucho más altos no solo en dinero, sino en algo mucho peor, en vidas humanas.

En algunas altas instancias se ha pedido liberar las patentes de las vacunas para que puedan ser fabricadas en cualquier laboratorio del mundo y puedan llegar cuanto antes a todos los rincones del planeta.

La primera reacción a esta medida muy lógica sería ¿quién paga la inversión, el conocimiento más experiencia y la infraestructura necesarias de las empresas farmacéuticas para lograr la vacuna en tiempo récord? Sin duda, los Estados tienen que hacer frente a esa inversión, porque no es un gasto pagar lo que haya que pagar por las vacunas, es una inversión de valor indudable para todos.

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