Diario de León

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La decisión del vicepresidente Pablo Iglesias de abandonar el Gobierno para implicarse en la batalla de Madrid es una de las réplicas más fuertes del terremoto que se inició en Murcia. Este trascendental giro político conmociona los cimientos del propio Ejecutivo de coalición, cuya crisis definitiva parece adelantar a medio o corto plazo. La decisión de apretar el botón del pánico de Pablo Iglesias con la coartada política de las elecciones madrileñas es la metáfora de la ruptura anunciada con Sánchez.

Las contradicciones cada vez de mayor voltaje y el acercamiento fallido de Pedro Sánchez a un socio de recambio, como Ciudadanos, han puesto en alerta al jefe de Podemos, que ha visto la necesidad de recuperar la iniciativa para intentar salvar los muebles del abrazo de socialista.

No hay que olvidar que la caída de Unidas Podemos en las elecciones de Galicia, País Vasco y Cataluña presagiaba una pendiente cuyo final podía ser la irrelevancia definitiva en Madrid con un voto polarizado entre Gabilondo y Ayuso. Iglesias ha decidido apostar por la política gestual proponiendo un reagrupamiento con las huestes de Errejón y el ‘carmenismo’ residual para recrear un ‘frente antifa’ que movilice a una izquierda madrileña bastante deprimida y fragmentada.

No parece sin embargo el mejor momento para que el líder de Podemos, que ha dejado Madrid al margen de su acción de Gobierno sin un mínimo gesto de consideración con la comunidad, se erija en su salvador ante el «peligro» de la derecha. Derecha cuyas posibilidades de crecer con fuerza en las próximas elecciones del 4 de mayo no hace más que confirmar el salto mortal de todo un vicepresidente del Gobierno que deja políticamente sin ningún perfil su participación en la coalición. Con Garzón, Irene Montero y Castells prácticamente improductivos, queda la solitaria figura Yolanda Díaz para sostener la ficción de una coalición que solo se aguanta por los impactos mediáticos de sus puntuales hostilidades.

Iglesias pretende dar una patada al avispero políticamente hablando. Embarrar el campo. Mover los pilares del sistema. Crear una conmoción política con su juego artificioso de tronos. Todo con tal de neutralizar una coyuntura política que camina nuevamente al bipartidismo Partido Socialista-Partido Popular.

El problema es que los conejos de la chistera, los golpes de ficción, tienen el efecto de un par de telediarios. Lo que se va a jugar en las elecciones a la Comunidad de Madrid, a las que Iglesias parece tener pánico, son los grandes asuntos de fondo nacional.

Y su apuesta contra la monarquía, por la autodeterminación, y el estrangulamiento impositivo no parecen una buena carta de presentación para el 4 de mayo.

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