Diario de León

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Pedro Sánchez acaba de empezar su tercera temporada. Su tercer año de presidente del Gobierno. De un gobierno que ya se ha reinventado en varias ocasiones y cuyos actores clave, los del abrazo del pacto originario, él y Pablo Iglesias, ha dado numerables giros de guion en las dos últimas temporadas.

Aún no es posible anticipar lo que puede depararnos la tercera temporada de la serie pero es seguro que la fábrica de la opinión pública en la era de las redes sociales estará constantemente alimentada por constantes cambios de ritmo, giros en el guión, polémicas diarias. Es lo que se llama en política la era Netflix.

El equipo de Moncloa ha entendido muy bien que estamos en un mundo construido por el predominio de las series. El público ha acabado por acostumbrarse a ver la actualidad política como si fuera una serie y necesita su ración diaria de momentos dramáticos, momentos didácticos, suspense, tensión, buenos, malos.

Un eje narrativo basado en las siguientes premisas: Sánchez es el protagonista que ha salvado al país de la pandemia, de la corrupción y de la crisis económica. En esta tarea generosa y altruista tiene un pérfido adversario que es la derecha (PP) y un maligno enemigo que es la ultraderecha (Vox). La misión de Sánchez es salvar a España de los peligros del exterior y de los enemigos del interior. Y, de paso, salvar el planeta y salvar a las mujeres. Al primero del carbón, del gasoil, y del CO2. A las segundas de los machistas y de los fascistas.

Dentro de este gran esquema caben todos los guiones posibles capítulo a capítulo para desplazar el foco de las pensiones o jugar con cambios de relato en el suspense de la reforma laboral. En la temporada anterior Sánchez retorció el guion hasta el límite cuando empujó por el acantilado de la Moncloa a su máximo asesor y hombre de confianza Ivan Redondo. El protagonista se reinventa cuando el público ya empieza a estar cansado del personaje y quema un fusible; señala al otro e indica un culpable de los errores de la temporada anterior.

Ahora parece un hombre distinto con los mismos aliados. Con anterioridad, el vicepresidente de la coleta tuvo que hacer mutis por el foro abruptamente porque los espectadores estaban descubriendo el engaño y el cartón. Estos días los guionistas han creado un malo, muy malo para deleite de los fieles. Enrique Arnaldo.

Durante unas semanas el personaje de ficción, nada que ver con el personaje real, ha permitido al guionista difuminar el manejo de las instituciones judiciales, la crisis con los socios podemitas, el atraco del recibo de la luz, el trileo con las pensiones y la reforma laboral. El señor Netflix sabe que al público hay que echarle carnaza.

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