Diario de León

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Una de dos. O la manifestación de Colón ha sido un éxito y Sánchez debe preocuparse. O la manifestación solo ha servido para provocar ruido mediático. El principio de incertidumbre se inventó para estos casos donde la ambigüedad favorece a todas las partes. La vida es confusa y las ideas difusas. Por eso, como decía mi abuela cartesiana, siempre hay que tener las cosas claras y tomar partido de antemano. Yo lo hago sin complejos y me declaro partidario de Colón. De Cristóbal Colón.

Colón descubrió un continente al que no sabía cómo llamar, ni dónde se ubicaba en el mapa, cuando no regía la bandera borbónica que inundó el domingo la plaza que lleva su nombre. Colón descubrió América y América nos descubrió a nosotros los de entonces, que ya no somos los mismos. Y así le va. Mejor no hablar. El español que no conoce América no sabe lo que es España, dicen que dijo Lorca. Más le hubiera valido quedarse allí para no padecer en sus carnes el mal español. El odio al otro, al diferente, el que no pertenece a la tribu o al rebaño, vacunado o no.

Dos millones de catalanes que no se sienten españoles no son un problema. Políticas culturales y lingüísticas favorecieron durante décadas la expansión de ese sentimiento de rechazo. Podemos estar contentos, aunque Podemos no lo esté. Si Sánchez fuera un presidente serio sabría varias cosas.

El conflicto catalán es una ficción política creada por quienes tienen interés en sacar partido de la situación. La voluntad soberanista es perseverante e insobornable. No va a renunciar a la causa por más que se pretenda comprarla con indultos o mesas negociadoras. La Constitución, para un independentista convencido, es una camisa de fuerza legal. Y no porque esté loco, no, sino muy cuerdo. No es ironía cervantina que don Quijote sea derrotado en la playa de Barcelona. Cervantes, un experto en decadencia española, sabía dónde sangraba la herida histórica. Vencido y desarmado, don Quijote se reconoce víctima de una fantasía y regresa a su aldea a morir dignamente.

La España de hoy no es la de hace un siglo, tan quijotesca y atrasada, y merece que se crea en ella. Más allá de los reinos de taifas y el politiqueo maquiavélico, necesitamos discursos e ideas que nos hagan vibrar. A los catalanes se les debe seducir con un proyecto común estimulante y no tratarlos como a delincuentes. El mundo es ancho y ajeno. Siempre lo ha sido. Y aquí han reinado mucho tiempo el provincianismo y las arengas pueblerinas. Ya es hora de cambiar.

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