Diario de León

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Si dos regimientos atacan la misma posición, si apuntan al mismo objetivo, pueden acabar por dispararse entre ellos. Igual López Sendino no lo tiene en cuenta, porque estaba acostumbrado a vaciar cargadores cada vez que salía al campo de batalla a sacudir las líneas enemigas, enemigas de León, como bien se conoce por el principio fundacional de su partido. Cualquier día, los leonesistas piden la A-60 más allá de Santas Martas. Cuidadín con quien se hace chupipandi; en tiempo electoral y de adviento no vale la prescripción de amplio espectro que se aplica por el convencionalismo de los amigos de mis amigos, que acaban por ser amigos. Una cosa lleva a la otra; y al final, se termina por presentar por las filas del PP una de las piezas de la restauración leonesista que floreció en pleno Raquetismo ilustrado, cuando ya se sabía todo lo que hacía falta para saber el destino de la España que pensaba dejarnos en herencia Zapatero. Del PSOE sorprende que a medio año de ir a las urnas, el ala aerotransportada del Bierzo que fracasó en el intento de eliminar los comandos anticastellanistas de la agrupación local de León, convencidos de que en el frontispicio del edificio del socialismo leonés se pedía disparar al pie, que el enemigo está dentro, no haya disimulado aún con lazos fraternos para tener la mínima probabilidad de mantenerse en la poltrona después del 28 de mayo. A gastar. No falla. En el PSOE, lo prometido es deuda. El caladero de peces, el Gran Sol, está entre la gente desengañada; en León, a ese umbral de la decepción se entra por tres vías en estos últimos años en los que las cosas se transparentan al contraluz de la versión oficial y el relato armado por la factoría de ficción que te impulsa con los impuestos recaudados en la ventanilla de la sucursal de la autonomía: sufrir como esclavos, aprender lo suficiente y cansarse de la tralla. Hay prisas en la cabina de maquillaje, para que los aspirantes parezcan combatientes del yugo desde que Lucas era cabo. Los socialistas quieren la chaqueta de UPL. Son aquel colacao de toda la vida que hace grumos en la leche y se lanzó a la alquimia para llegar a ser instantáneo. Es UPL la que ahora no tiene ningún interés en dejar de ser el nesquik de los desayunos fríos.

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