Diario de León

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La crisis de Eriksen me pilló a la puerta de la cervecería; no recuerdo ya si entraba o salía, pero me quedé, supongo que atrapado por esa inclinación que lleva a empatizar con la especie, cuando la especie sufre o cuando la especie rebosa de felicidad; había en la retransmisión suficientes argumentos para no desviar la vista de la pantalla; el más grueso, una docena de futbolistas que ofrecían en primer plano su corazón mientras los médicos trataban de volver a poner en marcha el de un compañero abatido. Luego, mientras la tele italiana que reparte para España la señal de la competición europea se recreaba en detalles de gestos de muerte súbita y otros flecos que distinguen a los buitres en el mostrador de la carnicería, nos llegó el rumor fundado de que la tele danesa elevó planos cenitales de Copenhague, la Sirenita y la tundra del viento que sujeta al mar del Norte. Aquella tarde, anotamos una nueva táctica para jugar al fútbol. La de la selección que escoltó a Eriksen, evacuado a la vida, mientras le hacía de escudo y de rompeolas de todas las emociones que se desataron en Europa. Desde aquella tarde de junio, se banca a Dinamarca; hasta en este remoto León, que se sorprende de la existencia de pueblos lejanos con esa tendencia natural a asociarse, con la disposición en auxiliar a compañeros idéntica a la que ofrecieron las grandes gestas vikingas que conquistaron occidente en barcos de abedul con cabezas de dragón y alma valkiria. Hay selecciones que juegan a fútbol como sus países hacían la guerra; Italia, por ejemplo, solo dispara cuando se equivoca el enemigo. España suele ejercer el cainismo con el seleccionador; se apellide Aragonés o se llame Luis Enrique. Igual que atacaba a los almirantes. Hay que vivir con ello. Porque el hábito hace al monje, llegamos a creer que había una opción de revertir la tendencia cuando la Cultural se calzó la túnica del abejorro, con los ribetes que también equipan al club de los Maristas. El Hummel de Laudrup; el de Schmeichel. El de Kasper y su famosa bicicleta. Se ve que no vale con la indumentaria. Aquella salida del campo cuando se paró el corazón de Eriksen, casi nos hace adoptar el discurso de los sindicalistas liberados de Castilla, y olvidar cosas gruesas, como el erial que dejaron los daneses en León.

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