Diario de León

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Es pistonudo que la segunda temporada de Cendón (y Sen, dicen) arranque en la primera piedra de la fábrica de los buses eléctricos. Sólo son tiempos dulces para guionistas, a los que la providencia pone a huevo escenas inesperadas; esa del sofá que resolverán en el especial de first dates Igea y Mañueco, del y tú, Francisco, tendrías una segunda cita con Alfonso Fernando, que tanto excita las audiencias; igual, como amigos, y tal, porque no surgió la chispa. No se podía saber, después de la matraca con la igualdad de oportunidades, con el éxito del modelo autonómico, con las loyas esas de que cuando gobiernan los socialistas, León pone rumbo a Orión. No se podía saber este dos mil a cero, 2.000-0, sin anotar un tiro libre en aro del rival. En este punto de hilaridad por el resultado, emerge uno de los chistes recurrentes de las cenas navideñas de la Peña el Tambor, con el entrañable Adeva, que tiró de bombo y arenga para agitar el orgullo del pueblo leonés, incluso cuando no había cuerpo para festejar, que contaba jocoso aquel panel de la autovía del Mieres, 3 León, 105. Joder, qué paliza les metimos. Igual le sirve la plantilla a la factoría de ficción para ilustrar eslóganes electorales de la próxima llamada a las urnas, en las que arrecia la tormenta de mentiras, y alejamos las tradiciones leonesas de dejar atrás el suelo quemado mientras los amigos mueren en nuestros brazos tras recibir de forma valiente las balas en el pecho. Valladolid, 2.000 León, 2001, odisea espacial (venga, aparcado, que no distorsione la misión fantástica de Esther Muñoz), y no es un cartel de la A-60, que maldita la hora, y Dios guarde muchos años al canciller de Obras Públicas que aguante sin estirar el chicle más allá de Santas Martas. Contar de mil en mil es un exceso de soberbia; al alcance de tipos como el mandamás de Valencia que se dejó grabar mientras repasaba el fajo de billetes gordos hasta redondear la cifra del sueño del emprendedor que se hace a sí mismo. Si León quiere contar millares, puede; pero en metros cúbicos de agua, que vuelan sin alas a regar el futuro industrial que aquí se niega; en los hijos, ay, los hijos, que marchan a buscar pan; en los engaños que empaquetan hasta hacer imposible distinguir la verdad. Vienen a saco, a por la patria; que igual ya no es el rincón donde vivimos felices, sino los senderos que pisaron los antepasados que tienen cruces humildes sobre las sepulturas.

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