Diario de León

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Si el Casio midiera la presión fiscal, al menos, habría algo que pasar a limpio de esta parábola del waka waka, que dura lo que las cosas eternas, por el túnel de tus piernas, entre Córdoba y Maipú. Para eso vendría Sabina al mundo, a expandir el sabinismo, que convierte a los sarracenos del diamante es para siempre en papilla triturada por la sintonía del tele diario, expuestos a esas consecuencias fatales del agua sobre el fuego, y del ardor embadurnado con los años. Pues aún así, no sé qué del hetero patriarcado; no fuiste tú, que fui yo, que me di cuenta. Según está el gobierno por legislar en cuestiones intangibles que afectan al espacio de lo que se siente y lo que se deja de sentir, es posible que en las próximas elecciones se pueda votar ya para encauzar el desorden pasional que deja la rotura de las costuras del alma, tanto soñar con quien no se duerme, tanto vagar por las crestas del deseo, tanto Ramipril para que entre el sístole y el diástole no salten las bielas por los aires, justo después de ese cruce sin semáforos de las miradas que no se disimulan. Y si no, a la cárcel de Pamplona, o caminito de Jerez. No se fíen de los tuingos, que no están precisamente para llevarnos a ningún sitio conveniente, y menos, a la autonomía, con toda esa consideración de propaganda institucional que viajó a lomos del utilitario gabacho, una piraña de los impuestos en aquella playa de los baños del Jordán de la yunta, en el plato mixto en el que lo mismo la red natura financiaba espacios protegidos en los polígonos del bajo Pisuerga que el miner se dejaba querer por la arena blanca. Los seres humanos no ejercen control sobre sus impulsos hasta los 25; los hay de madurez tardía, que miden el tiempo entre Rolex de colores en un bosque de setas, en el que de la amanita no te das cuenta hasta después de haberle dado el puto mordisco a la manzana, con el aliento del amo del paraíso en el cogote, y todo; un bocado a mandíbula batiente, como corresponde a la gula de los que muerden más de lo que pueden tragar. La ira siempre empeora la sensaciones; el frío en los dientes o la libertad; la que apadrina al buey suelto; la libertad de volver sobre la misma piedra; la libertad del tuingo con la ventanilla abajo, y el casette de los Calis a todo meter.

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