Diario de León

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No tengáis miedo, como arenga, le sirvió a Alejandro Magno para hacer creer a los bravos macedonios que mandaba en aquel ejército temido sobre la faz de la tierra que, más allá de la guarida de Darío, tras las murallas de Babilonia, los esperaba la gloria; no tengáis miedo, pronunció Cristo sobre las aguas, para infundir arrojo al puñado de apóstoles, ovejas sin pastor desde el episodio del Gólgota; no tengáis miedo, no, enarboló el último gran Papa anterior al asalto del peronismo al reino de los cielos, él, que sabía sobre el miedo todo lo que se puede aprender de la represión y barbarie que sufrió Polonia tras la Segunda Guerra mundial. El miedo es tan jodido que no tiene diminutivo. No el miedo que guarda la viña; no ese miedo de los amarrategui que pelean por no perder, ante el vértigo que les causa la victoria; no el miedo a la luna, al trueno, al aullido del lobo. El miedo a la cartilla de racionamiento, al paro, al hambre, el miedo a la quinta brigada, el miedo a la vuelta de la esquina; el miedo de los padres que echan a los hijos a una vida que empieza por la inseguridad de las aulas y terminará por no valer nada. No es el miedo a la muerte, que sortean los hombres libres, los que dominan el mundo. Enzo Ferrari reconoció que en sus visitas habituales a los cementerios descubrió la cara majestuosa de la muerte, y todos sus problemas pasaron a otro nivel de relatividad. El miedo que moldean las mentiras; de uno o dos casos aislados, como máximo, a la uci purgatorio en la entrada de la morgue no hay más distancia que una declaración institucional. Eso da miedo, tanto como espanta al raciocinio ver que el único arma para frenar los contagios son las metralletas del control policial, para fusilar al virus tras el toque de queda, al amanecer. Así se amplía el circo del despropósito; otra factura a cuenta del fango autonómico, que impide a los leoneses pasar el Negrón pero no ir hasta Soria, más allá de Orión. El miedo pertenece al campo semántico de la calamidad; en eso, también Portugal lleva varios cuerpos de ventaja. Qué lírica, los lusos; a poetas no los gana nadie. El miedo es una emoción más profunda que el amor; el miedo hurga la duda, prende el instinto. En el mundo libre, cuando hay miedo, siempre gana la derecha. Salvo si la derecha se acojona con el miedo.

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